Los días 6 al 8 de noviembre y 20 al 22 del mismo mes, el P. Juan Pablo Rubio impartió sendos triduos a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Astorga (León) y Lugo. En este mes del año, es habitual que las Hermanitas tengan tal tipo de retiros de tres días y con frecuencia solicitan la asistencia del P. Juan Pablo para predicarlos. La relación entre su Congregación y nuestra Abadía benedictina es muy estrecha desde hace muchos años. Por otra parte, el martes 5 de octubre, el P. Santiago Cantera impartió un retiro a las Madres de la Compañía del Salvador de Mota del Marqués (Valladolid), aprovechando por su parte unos días de retiro personal en la casa de ejercicios de estas religiosas.
Profesión temporal de Fray Carlos Doña
Querido Fray Carlos:
Te dispones a realizar la profesión de tus votos temporales como monje en esta fiesta de San Andrés, lo cual adquiere un significado singular, por ser la vida y la comunidad de los Apóstoles uno de los fundamentos de la vida monástica. En efecto, como San Bernardo de Claraval expuso con gran belleza, la vida monástica es a la vez una vida celestial y angélica por la guarda del celibato; es una vida profética porque busca y anuncia lo que no se ve, vive de la fe y aspira a la eternidad; y es una vida apostólica, que se gloría en el Señor, porque se ha dejado todo para seguirle y escucharle (Sermón 3 de las faenas de la cosecha).
En efecto, el relato que hemos escuchado del Evangelio de San Mateo nos ha narrado cómo Jesús llamó a los hermanos Simón Pedro y Andrés y luego a los hermanos Santiago y Juan, y ellos lo dejaron todo para seguirle (Mt 4,18-22).
Ese dejarlo todo por Cristo, según el modelo de los Apóstoles al oír su voz y verse irresistiblemente atraídos por su mirada, es lo que llevó a San Antonio Abad, el Padre de todos los monjes, a inaugurar la vida monástica en Egipto en el siglo IV, como nos lo describe San Atanasio: meditando la vocación de los Apóstoles y al escuchar en una iglesia el texto evangélico del joven rico, Antonio vendió todas sus posesiones para dar el dinero a los pobres, procuró que su hermana quedase bien atendida y él marchó a comenzar una vida solitaria de oración y penitencia (Vita Antonii, 2). Este ejemplo de los Apóstoles en la renuncia del monje a las cosas del mundo para seguir a Cristo estará presente siempre en la Tradición monástica, y así lo recoge San Basilio Magno (Grandes Reglas, 8), a quien todo el monacato oriental tiene como un referente y San Benito denomina “Nuestro Padre San Basilio” (RB LXXIII, 5).
Un verdadero “Padre del Desierto” de nuestro tiempo, el monje copto egipcio Matta el-Maskin (1919-2006), destacó que la vocación de San Antonio fue por completo una vocación según el Evangelio y sostenida poderosamente por el Espíritu Santo, de tal modo que fue un verdadero heredero del fuego santificador de Pentecostés. El Abuna o P. Matta el-Maskin, ofreciendo una visión pneumatológica de la Historia de la Iglesia, explica cómo se produjo primero la efusión del Espíritu Santo sobre la comunidad apostólica y la Iglesia primitiva, después el mismo Espíritu Santo suscitó la respuesta del despojamiento total por medio del martirio, y luego hizo surgir el monacato como renuncia diaria en la que el monje lleva su cruz cada día poniendo en práctica su fe, su esperanza y su amor a Dios (San Antonio, asceta según el Evangelio).
Pero, si el ejemplo de renunciamiento de San Andrés y de todos los Apóstoles para seguir a Cristo es uno de los fundamentos de la vida monástica, también lo es el modelo de vida de la comunidad de los Apóstoles en torno a Jesús y bajo el aliento del Espíritu Santo. Quienes hemos abrazado un estilo monacal cenobítico, de vida en comunidad, debemos mirar aquella comunidad apostólica como referente, tal como lo recordó San Juan Pablo II: “Exhorto a los consagrados y consagradas a cultivarla [la vida fraterna] con tesón, siguiendo el ejemplo de los primeros cristianos de Jerusalén, que eran asiduos en la escucha de las enseñanzas de los Apóstoles, en la oración común, en la participación en la Eucaristía, y en el compartir los bienes de la naturaleza y de la gracia (cf. Hch 2,42-47) […] para que cada comunidad se muestre como signo luminoso de la nueva Jerusalén, morada de Dios con los hombres” (Vita consecrata, n. 45).
Este clima de auténtica fraternidad en el seno de la comunidad es posible vivirlo cuando Cristo, el Maestro y el Amigo divino, ocupa el centro de nuestras relaciones, según enseña San Elredo de Rieval al dar las pautas de la verdadera amistad espiritual frente a la amistad pueril e inmadura (La amistad espiritual, II, 20-21; III, 133-134).
Querido Fray Carlos: vas a profesar los tres votos clásicos de la Tradición monástica de cuño benedictino: estabilidad, conversión de costumbres y obediencia (RB 58, 17), el segundo de los cuales conlleva la pobreza y la castidad. Quieres abrazar el seguimiento y la imitación de Cristo según el modelo de los Apóstoles y viviendo los consejos evangélicos: pobreza, obediencia y castidad. Y al hacerlo, quieres llevar a sus últimas consecuencias lo que recibiste a la hora del Bautismo, configurando tu vida con la de Cristo para alcanzar la unión con Dios.
El ejemplo de los Apóstoles es muy alentador para que puedas desarrollar este proyecto de vida: ellos no nacieron como hombres santos ni fueron perfectos seguidores de Jesucristo desde el principio. Es más, todos le abandonaron en Getsemaní. Sin embargo, el trato íntimo y cotidiano con Él fue limando sus defectos y la acción del Espíritu Santo a partir de Pentecostés los transformó en los doce recios cimientos del nuevo Israel que es la Iglesia y los condujo por el camino de la santidad. San Benito nos animará diciendo que la vida monástica, camino de salvación, se puede recorrer con dulzura de caridad a medida que se avanza (RB Pról., 45-50).
Por eso, te recuerdo la exhortación de San Gregorio Magno, el primer papa-monje: “Ya que celebramos el natalicio del apóstol San Andrés, debemos imitar a quien rendimos culto”, despreciando lo terreno para ganar lo eterno; no envidiando, sino viviendo una caridad ardiente; y todo ello con la ayuda de Nuestro Señor Jesucristo (Homilía V sobre los Evangelios). Y que por intercesión de San Andrés y de la Virgen María, Reina de los Apóstoles, el Buen Dios te conceda la santa perseverancia en el bello propósito que hoy abrazas.
Retiros y visitas culturales de los escolanos de 4º de ESO del Valle de los Caídos
El lunes 30 de septiembre, los escolanos de 4º de ESO del Valle de los Caídos tuvieron una mañana de retiro espiritual en el convento de La Cabrera, en la sierra del mismo nombre situada al norte de la Comunidad de Madrid. En primer lugar, visitaron el convento, bajo la guía de su actual superior, P. Constantino, de los Misioneros Identes, y pudieron conocer el pasado antiquísimo del lugar: yacimiento prerromano, presencia visigótica, primer monasterio prebenedictino y luego posiblemente benedictino con la preciosa iglesia románica, eremitorio y convento de la reforma franciscana de fray Pedro de Villacreces (en el cual pasaría un tiempo el cardenal Cisneros y posiblemente alguno de los santos de esta reforma) y, finalmente –antes de su devolución a los franciscanos y de la estancia actual de los Misioneros Identes–, finca particular de la familia Goya y del Dr. Jiménez Díaz. Después de la visita, tuvieron un tiempo de retiro espiritual y meditación personal en la huerta y los jardines, valiéndose de textos de San Francisco de Asís, y finalmente el P. Prior del Valle de los Caídos celebró la Santa Misa en la iglesia románica, en la cual los escolanes cantaron gregoriano. Después de la comida, marcharon a visitar la cercana villa de Torrelaguna, cuna del cardenal Cisneros, y el emblemático pueblo de Patones de Arriba, tras lo cual regresaron al Valle.
_x000D_
El jueves 31 de octubre, estos mismos escolanes mayores fueron recibidos por las MM. Cistercienses del Monasterio de Santa Ana de Ávila, actualmente situado a las afueras de la ciudad y próximo al santuario de Nuestra Señora de Sonsoles. Visitaron este monasterio construido en los años 80 y la sepultura de la mística Venerable M. María Vela (1561-1617), y pudieron conocer de primera mano el archivo en el que se conservan partituras de las primeras ediciones de obras musicales de Tomás Luis de Victoria, Palestrina, Guerrero, Orlando di Lasso… así como escritos de la M. María Vela y otros documentos antiguos. Después de celebrar la Misa y orar en la iglesia del monasterio, las MM. Cistercienses les ofrecieron la comida. Posteriormente, los escolanes fueron a rezar al santuario de la Virgen de Sonsoles, Patrona de Ávila, marcharon a realizar una rápida visita exterior del antiguo monasterio cisterciense de Santa Ana en la ciudad y algunos otros monumentos, para finalmente ir al castro prerromano vettón de Las Cogotas (en el término municipal de Cardeñosa) y luego regresar al Valle.
_x000D_
XXXI Encuentro coral Ciudad de Manzanares
La localidad de Manzanares (Ciudad Real), ha acogido durante el fin de semana del 26 y 27 de octubre de 2019 el XXXI Encuentro Coral Ciudad de Manzanares que organiza la Coral Mater Assumpta y en el que colabora el Exmo. Ayto. de dicha localidad manchega, en el que participan corales de prestigio nacional. La apertura del mismo se llevó a cabo por dos corales con raíz en la Escolanía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, con actuación mixta e individual, exhibiendo un completo repertorio de monodia y polifonía que contó con el gran reconocimiento de todos los asistentes que colgaron el cartel de completo en el espléndido Gran Teatro de la localidad, con más de un siglo de historia.
_x000D_
Tras la gran apertura del XXXI Encuentro Coral, los organizadores tuvieron la deferencia de invitar a ambos coros a una velada en el Parador de Manzanares donde, unidos a la coral Mater Assumpta, permitieron a todos los asistentes disfrutar de la música más tradicional en las voces blancas de la Escolanía, pasando por las recias de los jóvenes de Nova Schola, llegando a la veteranía del anfitrión con una muestra oriunda de la tierra en unas seguidillas manchegas.
_x000D_
El domingo 27, los organizadores obsequiaron a las dos corales del Valle de los Caídos una visita guiada al acervo histórico de Manzanares, visitando la Iglesia de la Asunción, joya arquitectónica manchega del S XV, la casa de la antigua familia Merino, donde pernoctó Santa Teresa en 1575, hoy habilitada como Centro Cultural, y como no, el Castillo de Manzanares, muros que, según la tradición, albergaron durante tres días el cuerpo de la Reina Isabel la Católica en su camino hacia la tierra granadina donde reposan sus restos.
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
Hermanos amados en el Señor: «Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas.» Es esta una buena noticia que nos da hoy el Señor como palabra última que ilumina todo lo que ha dicho Él en el Evangelio y lo que dicen las lecturas de este domingo, que son anuncio de un juicio sobre la maldad extendida por doquier. ¿De qué hemos de ser salvados? Del rechazo de los planes de Dios en esa gran purificación que el Señor anuncia a este mundo: una purificación que da paso al Reino de justicia y de paz. Un Reino de amor para cuya implantación en este mundo es requisito imprescindible pasar por el castigo que merece el pecado grave y reiterado hasta la saciedad que campea ufano por las plazas y calles de nuestras ciudades en nuestros días. Y eso a pesar de que las guerras habidas en el siglo veinte hayan supuesto también una catarsis que produjo sus frutos en su día. El efecto del escarmiento ha quedado ya olvidado. La deriva de la maldad ha alcanzado cotas tan altas, que el nuevo castigo ha de costar la vida de muchos y el ejercicio máximo de la paciencia en un grado comparable a la prueba que sufrieron los contemporáneos de Noé, aunque superándola en rigor. Pero aún así el Señor afirma que «ni un cabello de nuestra cabeza perecerá», pero esta sobrentendido, si Él no lo permite. Pues está claro que el Señor no desdeña que haya muchos justos que al sufrir la persecución, e incluso la muerte, obtengan la conversión de muchos tibios e indiferentes y fortalezcan a los apocados por su valiente testimonio.
San Agustín dice en uno de sus sermones sobre los Salmos que si no ponemos resistencia en su primera venida, la que tuvo lugar por su encarnación y han prolongado sus predicadores por todo el mundo enseñando a vivir como vivió Él, tampoco temeremos esta segunda venida en que de nuevo vendrá, pero a juzgar.
Mientras tanto hemos de prepararnos: este mundo pasará, no nos podemos apegar a él, porque nada quedará de él, ni el recuerdo. Sigamos el camino de nuestro Salvador, el de la cruz de nuestras limitaciones y el de la persecución que se está volviendo descaradamente agresiva de nuestros derechos y de nuestra libertad. No nos apartemos de la Luz, porque días vendrán, hermanos, que nadie sabrá dónde ir ni a quien seguir: las voces de unos y otros nos confundirán, como ya está pasando, y reinará el error y la confusión, la angustia se apoderará de nosotros, porque la Luz de Dios, el cayado de nuestro Pastor, no estará ante nosotros como ahora, y, herido el pastor de nuestras almas, el que Dios ha puesto al frente de la Iglesia, pero al que se niegan a reconocer muchos católicos de toda la vida, no lo tendremos.
Por supuesto que esto no es el fin del mundo. Dios va a establecer su Reino que pedimos todos los días en el Padre nuestro y en la Eucaristía.
Busquemos nuestra salvación y dejemos ya este mundo; no nos apeguemos a él, no pongamos nuestro corazón en él, o seremos presa fácil del diablo que anda buscando resquicios para entrar en nuestras vidas y apoderarse de nuestra alma. Digámosle: ¡NO! , siendo del Señor, fieles a su Amor. Obedezcamos su Palabra que tenemos en el Evangelio y en toda la Sagrada Escritura, con su interpretación en el Catecismo de la Iglesia, que en ello nos va nuestra salvación.
Un día nos encontraremos con el Señor y seremos felices y gozaremos de su Amor, pero antes debemos sufrir por nuestros propios pecados y para la salvación de todos los que se abran al amor de Dios.
¡Qué suerte hermanos es poder participar cada día en la Eucaristía!, pues a pesar de ser tantos nuestros pecados, esa comunión sacramental hecha en gracia de Dios, a la que el Señor nos invita, es una participación en su sacrificio y en la reparación de los pecados de los hombres. La obra que más desagravia al Señor es precisamente la comunión sacramental. Y no depende de lo que nosotros sintamos. Nuestra participación es acudir a la Eucaristía y participar de la mejor manera, sin distracciones consentidas, sin hablar con nadie, desde el principio al fin, sin recortarla por llegar tarde o irnos antes a otras cosas, y ante todo en gracia de Dios. La reparación por los pecados no es obra nuestra, es obra de Dios, pero esa participación cuidada por nuestra parte es imprescindible.
Esperemos con gozo esta venida del Señor, este momento culminante de la inhabitación de las tres divinas Personas en nuestras almas en la comunión, y aceptemos los planes de Dios, que difieren mucho de los nuestros evidentemente, puesto que Él nos asegura que va a estar con nosotros, junto con su Madre, todos los días de nuestra vida. No nos soltemos de su mano perseverando en recibirle en sus sacramentos
Hermanos hoy es el día dedicado a los pobres, así lo ha establecido el Papa Francisco. Hemos hablado de estar con el Señor por medio de la oración y los sacramentos, pero se entiende que no sería fructuosa nuestra comunión sacramental si uno se niega a socorrer a los más necesitados. Jesús en la última Cena en la que instituyó la Eucaristía la precedió del lavatorio de pies y él mismo se ciñó para LAVARLOS, dándonos ese ejemplo y advertencia de que no se pueden separar Eucaristía y servicio, la presencia de Cristo en su Cuerpo y Sangre sacramental y presencia de Cristo en los más pobres. El papa Francisco es muy sensible a esta enseñanza de Cristo tan central en el Evangelio. Y tenemos que agradecerle nos lo recuerde tan vivamente.
Fieles difuntos
Queridos hermanos:
El mes de noviembre entero y muy especialmente el día de hoy están dedicados a la intercesión por las almas de los difuntos. Ayer celebrábamos la solemnidad de Todos los Santos, que nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad ante Dios, a la salvación eterna, a gozar de la dicha del Cielo con Él. Por su parte, la conmemoración litúrgica de hoy fue instituida a inicios del siglo XI por San Odilón, abad de Cluny, y nos recuerda la verdad del Purgatorio y el deber que tenemos de ofrecer nuestras oraciones, penitencias, limosnas y el Santo Sacrificio de la Misa para que las almas que se encuentran en ese estado puedan pasar a disfrutar de Dios.
La existencia del Purgatorio es un dogma de la fe católica, definido solemnemente en el II Concilio de Lyon en 1274. En la Sagrada Escritura, muy especialmente en los libros de los Macabeos, hay numerosos textos en los que se fundamenta la fe en el Purgatorio o unas penas purgantes. Para poder pasar a contemplar la belleza infinita de Dios en la eternidad, las almas deben estar limpias de toda mancha dejada por sus pecados. Lo mismo que cuando una persona asiste a una boda o a un encuentro importante tiene que ir con un vestido limpio, para ver a Dios tenemos que estar perfectamente purificados.
Entre los Padres de la Iglesia, San Agustín y el papa San Gregorio Magno fueron algunos de los que trataron el tema del Purgatorio con mayor profusión. El segundo incidió en la fuerza inmensa del Santo Sacrificio de la Misa ofrecido por las almas de los difuntos para que queden liberadas de las penas purgantes y puedan pasar a la gloria celestial. Esa fuerza viene del propio valor de la Santa Misa, porque en ella se realiza la renovación y actualización del Sacrificio de Cristo en el Calvario, así como de su Resurrección y Ascensión. Por eso, no hay nada más grande sobre la faz de la tierra que la Santa Misa y la Iglesia permite en el día de todos los Fieles Difuntos que los sacerdotes puedan celebrar tres Misas.
Nunca debemos olvidar que el bien o el mal que hagamos en esta vida tienen repercusiones de cara a nuestra salvación eterna, a la que Dios nos invita. Nuestra vida no se termina con la muerte: más bien comienza. Todos debiéramos meditar acerca de la muerte, no con un sentido tétrico, sino como una realidad de la vida humana ante la que ésta encuentra su sentido y ante la que debe decantarse por el bien o por el mal, teniendo presente que tras ella vendrá la realidad eterna, ya de gloria, ya de condenación.
El mes de noviembre nos introduce de lleno en la meditación de una parte de lo que tradicionalmente se ha conocido como “los Novísimos”, mientras que en el Adviento que le sigue podremos penetrar en la otra parte de ellos: aquella que se refiere al final de los tiempos y la Parusía o segunda venida de Jesucristo y el Juicio Final.
Pero los “Novísimos” se deben meditar siempre con esperanza. Es erróneo hacerlo con espíritu morboso, tétrico, catastrofista o adivinatorio. La actitud cristiana es de esperanza, virtud teologal infundida por Dios en nuestra alma para confiar en la grandeza de la Bondad y de la Misericordia de Dios, que nos invita al arrepentimiento y a la conversión para alcanzar la vida eterna.
En este mes de noviembre, por tanto, debemos recordar y meditar la realidad de la inmortalidad del alma y la fe en la resurrección final de los cuerpos, según el modelo del Cuerpo resucitado de Jesucristo en estado glorioso. No está de más recordar, en consecuencia, que rezar por vivos y difuntos es una de las obras de misericordia espirituales, y enterrar a los muertos es una de las obras de misericordia corporales. Y de ahí el respeto que la fe cristiana, acorde con la Ley Natural inscrita en el corazón de todos los hombres cuya razón gobierna adecuadamente en sus vidas, impone a la memoria de los difuntos, a sus restos mortales y a sus sepulturas.
“Dios quiere que todos los hombres sean salvos” (1Tim 2,3-4), dice San Pablo. Y Jesús nos habla de la inmortalidad y de que Dios “no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos están vivos” (Mc 12, 27; Lc 20,38). Dios desea que todos podamos llegar a gozar del Cielo, de la visión de Él mismo. Y por eso quiere que le roguemos por la liberación de las ánimas benditas del Purgatorio, que esperan nuestras oraciones y sacrificios y que ofrezcamos por ellas el Santo Sacrificio de la Misa.
En todo el mes de noviembre se puede ganar en esta Basílica indulgencia plenaria aplicable por las almas del Purgatorio, con las debidas condiciones de confesión sacramental, comunión eucarística, oración por el Papa y aversión al pecado.
Que María Santísima, que esperó con fe la Resurrección de su Hijo, interceda por las ánimas del Purgatorio y nos lleve a meditar en los misterios que ahora la Iglesia nos propone.