San Benito nació en Nursia (Italia) en el año 480 y murió en el monasterio de Montecasino (también Italia), por él fundado, en 547.
De joven se formó en Roma, pero disgustándole el ambiente de frivolidad que allí imperaba, se retiró a la soledad “deseando buscar a solo Dios” como ermitaño. Sin embargo, la afluencia de discípulos atraídos por su santidad le acabó convirtiendo en un famoso abad de monjes cenobitas (de vida comunitaria) en Subiaco y luego en Montecasino, y para ellos redactó una Regla de monjes que en los tiempos siguientes alcanzaría una extraordinaria difusión por todo el Occidente europeo.
San Benito es sin duda un hombre forjado en la reciedumbre de su tierra natal de Nursia y formado en la Tradición clásica grecorromana; pero al mismo tiempo y sobre todo, la espiritualidad bíblico-cristiana acaba de definir la conjunción de todo este legado que su personalidad y su obra recogen. Un legado que conformará plenamente la cultura europea y la civilización occidental.
La amplia familia benedictina, seguidora de San Benito y su Regla, cuenta con muchas ramas, de las que sobresalen los propiamente “benedictinos” y los cistercienses. Y a su vez, los benedictinos, que pueden ser considerados como los discípulos directos del santo de Nursia, se agrupan actualmente en veinte congregaciones y varios monasterios no pertenecientes a ninguna; en conjunto, forman desde época de León XIII la Confederación Benedictina, habitualmente denominada “Orden de San Benito” (Ordo Sancti Benedicti, O.S.B.).
Estos monasterios y congregaciones se ven unidos entre sí por la paternidad espiritual de San Benito y la observancia de su Regla, así como por la presidencia de un abad primado con sede en el monasterio, Ateneo Pontificio y colegio universitario de San Anselmo de Roma, que es también la casa común de la Confederación. A nivel práctico, cada congregación es independiente y cuenta con sus propias Declaraciones y Constituciones, que interpretan la aplicación de la Regla y determinan la estructura organizativa.
Por eso, dentro de la Confederación Benedictina se encuentran congregaciones que ofrecen una vertiente eremítica de vida semisolitaria, como la de Camaldoli (de origen italiano; hay además otros camaldulenses, los de la Congregación de Montecorona, que no pertenecen a la Confederación ); otras también principalmente contemplativas pero del todo cenobíticas (de vida comunitaria), como las de Solesmes (de origen francés) y Beuron (alemana), ambas muy volcadas en la Liturgia y el canto gregoriano; otras con una dedicación acentuada a la enseñanza, como la Inglesa o la Americano-Casinense (implantada sobre todo en Estados Unidos), que cuentan con grandes y prestigiosos colegios; y otras con una ventana muy abierta a la acción misionera, como la de Santa Otilia (de origen alemán). La Congregación más grande y difundida es la de Subiaco (de origen italiano), que se divide internamente en diez provincias. En España están implantadas esta última y la de Solesmes.
Hoy existen unos 9.000 benedictinos repartidos por los cinco continentes habitables. La mayoría de los monasterios se asienta en Europa y en América, si bien la Orden se está expandiendo con notable vigor en África y Asia. En los países menos desarrollados, los monjes realizan ellos mismos o favorecen a través de religiosos o religiosas de vida activa considerables obras sociales: enseñanza, hospitales, apoyo a la población marginal, fomento del cooperativismo, etc. Con catorce siglos de Historia y Tradición a sus espaldas y con su presencia en los cinco continentes, la Orden de San Benito manifiesta la perennidad y la vitalidad de la Iglesia Católica.