La vida de un monje benedictino está centrada en la búsqueda de Dios a través fundamentalmente de la oración y el trabajo: Ora et labora. Por eso, la vocación monástica es contemplativa, pues tiene como objetivo la contemplación de Dios y de las realidades celestiales, sin que por ello se desvincule de la Tierra: es misión del monje interceder ante Dios por las necesidades de la Iglesia y de todos los hombres y atraer las bendiciones divinas sobre ellos.
El día de un monje benedictino se reparte esencialmente entre tres actividades complementarias: la oración, el trabajo y la lectio divina o lectura espiritual hecha bajo la guía del Espíritu Santo para alimentar la oración y conducir a la contemplación; además, a partir del cuidado de esta lectio divina, el monacato ha desarrollado de un modo muy importante la atención a los estudios a lo largo de los siglos. De ahí la formación de grandes bibliotecas y escuelas que en la época altomedieval salvaron la cultura grecorromana y cristiana y sirvieron de fundamento para la creación de una nueva cultura europea.
La oración del monje comprende, por una parte, la oración comunitaria, es decir, el rezo litúrgico de las llamadas “horas” del “Oficio Divino”: los monjes cantan en el coro alabando a Dios con salmos, himnos y cánticos. Comienzan con los Maitines, Vigilias u Oficio de Lectura (estos tres nombres recibe la primera “hora”, al despertar del sueño), prosiguen con las alabanzas de Laudes al principio de la mañana, continúan con las “horas menores” o intermedias de Tercia, Sexta y Nona, vuelven a hacerlo más solemnemente al caer la tarde con las Vísperas y concluyen con las Completas antes de acostarse. La celebración de la Santa Misa constituye el verdadero núcleo espiritual del día del monje y éste dedica un tiempo más o menos largo a la oración personal contemplativa.
Las “horas” del “Oficio Divino” jalonan el día monástico y entre ellas se insertan los otros tiempos en que el monje se entrega a la lectura, el estudio y el trabajo manual o intelectual, según los casos. Entre los trabajos, en nuestra Abadía puede haberlos tan variados como atender las distintas necesidades del monasterio (panadería, zapatería, sastrería, portería y tienda, etc.), cultivar los jardines y campos, etc. Asimismo, se pueden desarrollar labores intelectuales y manuales en la biblioteca y en la encuadernación y no faltan monjes que con paciencia y constancia se entregan al estudio y la elaboración de libros. Al existir un Colegio-Escolanía de niños cantores, también hay monjes encargados de su dirección general y en las áreas musical, académica y espiritual. Por otra parte, están los que se ocupan de la administración de la Abadía y de la Hospedería. Con todo ello, se cumple el precepto divino del trabajo y se obtiene lo necesario para la marcha y el sustento del monasterio y de sus religiosos, así como para la realización de obras sociales y caritativas. En conjunto, la alternancia entre tiempos de oración, de trabajo, de lectio divina y de estudio, favorece el equilibrio psicológico del monje, que ve transcurrir su día apaciblemente bajo la mirada de Dios, a quien le ofrece con amor todo lo que hace.