Queridos hermanos en Cristo Jesús: las lecturas de este domingo se nos presentan como una luz siempre actual para nuestras vidas, pues están escritas para nosotros. Son el remedio de nuestros males, de los callejones sin salida en los que aparentemente está atrapada nuestra sociedad. Las lecturas no solo proclaman que hay una salida real a esos callejones, sino que, además, el salmo, cantado por un escolán para dar más relieve a la Palabra de Dios, nos ha revelado que los mandatos del Señor alegran el corazón, que la ley del Señor es perfecta y es descanso del alma, que es fiel e instruye al ignorante. ¿Qué más puede decirse para poner toda nuestra confianza en Dios? El egoísmo y la muerte no son la última palabra de la historia. En nuestra mano pone Dios la salvación que trae gozo y alegría, descanso y luz que nos libra de nuestras angustias. ¿Por qué desconfiamos, por qué no seguimos la Voluntad de Dios que no es carga pesada, sino liberación, verdadera paz y descanso para nuestro espíritu, atormentado por la ira, la codicia, la lujuria, la gula, la envidia y toda clase de egoísmo, que nos encierran en la angustia y la desesperanza?
Desde el Antiguo Testamento, la revelación divina fue dando pistas de la efusión del Espíritu en Pentecostés. El Espíritu ha obrado siempre, porque es eterno, aunque solo Jesús nos enseñó que es una de las tres divinas personas. Sorprende la exclamación de Moisés: «¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!».
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El Evangelio de hoy no alude explícitamente al Espíritu, pero con el patrón del relato del celo intempestivo de Josué y la respuesta de Moisés, vemos en Jesús al Moisés definitivo de la nueva Ley, que dice algo semejante: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí». Jesús deja bien claro, queridos hermanos, que entrar en el Reino es el único valor absoluto y que aquel que pone obstáculos con el escándalo merece la condena. Pero ese obstáculo o escándalo que nos hace tropezar, nos lo podemos poner también nosotros con nuestra ira, codicia, lujuria, gula, envidia y otras maldades que nos impiden amar a Dios sobre todas las cosas. Tenemos que cortar con esas idolatrías, luchar y esforzarnos por amor al Señor, aunque los frutos no sean inmediatos.
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Evidentemente cuando el Señor habla de amputar nuestros miembros, se refiere simbólicamente a desarraigar nuestras costumbres viciosas, todo aquello que los mandamientos nos enseñan que está mal. Y tan claramente dice el Señor que tenemos que tener presente esa voluntad de desarraigo de nuestras costumbres viciosas, que nos pone delante como símbolos del infierno el gusano y el fuego, que “no muere” ni “se apaga”, lo que ya no es simbólico, sino sobrecogedor y real. ¿Podemos echar en saco roto la advertencia del Señor de que el peor tormento del infierno es su eternidad?
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La carta de Santiago nos ofrece una reflexión siempre actual: las riquezas como obstáculo muy real y manantial de injusticias e idolatrías. Sin ser malas intrínsecamente, es tal la vehemencia de sus expresiones que no se puede por menos de evitar con sumo esmero todo abuso de la riqueza, pues el castigo sería inexorable sin un arrepentimiento sincero. De no haber sido domingo, hoy habríamos celebrado a S. Vicente de Paúl, insigne por su vida de oración, por las pruebas a las que le sometió el Padre de la Mentira, por su entrega a la formación del clero y sobre todo por su atención a los más necesitados.
Por otra parte, hoy su santidad el papa Francisco clausura en Filadelfia el Encuentro Mundial de las Familias. Es muy importante, queridos hermanos, que encomendemos a la oración los frutos de este encuentro y del próximo sínodo de las familias. Hoy la familia sufre ataques como nunca de muy poderosos e hiperactivos enemigos para intentar acabar con ella. Mientas que el Occidente rico se ha dejado embaucar por la ideología de género, son los países pobres del Tercer Mundo y sorprendentemente potencias como Rusia y China las que defienden la familia como célula social básica en los organismos internacionales, donde libran una dura batalla ideológica los falsos profetas del Nuevo Orden Mundial, resueltamente decididos a controlar nuestras conciencias con la excusa de garantizar la paz y la seguridad ante el desorden reinante.
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Precisamente en el V Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Valencia, el papa emérito Benedicto XVI dijo que el falso matrimonio entre personas del mismo sexo es una libertad anárquica, que se hace pasar de forma errónea por auténtica liberación del hombre. Y al debatirse en Argentina la aprobación del falso matrimonio homosexual, el cardenal Jorge Bergoglio no dejó lugar a dudas en una carta a cuatro monasterios de su diócesis. Escribió: “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ‘movida’ del Padre de la Mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”.
Por último, hoy se celebran en Cataluña unas elecciones muy importantes para el futuro de España. Ante este grave problema, se habla mucho de medidas políticas, jurídicas, judiciales o económicas. Pero muy pocos o quizá es que todo el ruido mediático lo ahoga, sugieren medidas espirituales, únicas verdaderamente eficaces. ¿Por qué no nos proponemos, queridos hermanos, hacer una cadena de oración, especialmente hoy pero también en los próximos meses, rezando cada día el S. Rosario o al menos un misterio por España?
Queridos hermanos: la Eucaristía que hoy celebramos es una ocasión para ratificar nuestra alianza con el Señor y para pedirle que nos ayude en nuestra lucha contra el pecado, nos afecte a nosotros o a los demás. Si ayudamos a otros a superar escándalos y confortamos en la fe a los que andan desconcertados, estaremos asegurando nuestra propia salvación, el único valor absoluto, pues se identifica con el primer mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas. Encomendemos todas estas intenciones a Ntra. Sra. del Valle. Que así sea