En fechas recientes, la Escolanía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos ha realizado dos grabaciones con Intereconomía: un audio para la edición de un CD de canto gregoriano y varias tomas para televisión. El audio contiene piezas gregorianas de Navidad y la Misa “de Angelis”. Se grabó en la capilla de la Hospedería el viernes 3 por la tarde y el miércoles 7 de diciembre por la mañana. Los niños, que llevaban varios años sin realizar grabaciones de CD’s, comprobaron el sacrificio que esto supone, mucho tiempo de pie, con varias repeticiones, largas horas… Confiamos en que más adelante pueda realizarse la grabación de otro CD de canto gregoriano con “Schola Antiqua”. Por otra parte, el lunes 5 por la mañana se hicieron varias tomas de vídeo aprovechando el audio, con el fin de poder ofrecer breves “spots” navideños. También resultó muy cansado por razones semejantes.
Concierto de la Escolanía en la Basílica
El sábado 10 de diciembre, a las 17 h., se realizó por parte de la Abadía benedictina y del Foro San Benito de Europa un concierto benéfico por parte de la Escolanía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, que contó con una afluencia masiva. La Basílica estuvo repleta: cabe calcular entre 600 y 700 personas, a las que hay que añadir alrededor de otras 100 a quienes lamentablemente no se dejó pasar en la puerta del recinto del Valle por haber llegado con escaso retraso.
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El acto, presentado por D. Juan Losada, tuvo dos partes: una primera de monodia medieval – canto gregoriano, bajo la dirección del P. Laurentino, y de polifonía sagrada al cargo de D. Carlos Mª; y la segunda, después de un breve intermedio para descanso de los niños, de polifonía navideña, también dirigida por D. Carlos Mª. Al piano estuvo D. Luis Ricoy. Este año se incluyen en el repertorio algunas piezas populares catalanas y vascas. La duración fue de algo más de hora y media y al final el P. Abad dirigió unas palabras a los asistentes; los niños concluyeron con el canto de la Salve solemne a la Virgen María. La Escolanía cantó espléndidamente y fue muy aplaudida, tanto los solistas como todo el conjunto coral y los dos directores y el pianista. Los propios niños quedaron muy impresionados del entusiasmo de los asistentes.
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Después del acto, los asistentes y los niños fueron invitados a un chocolate caliente en la Hospedería.
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El concierto fue grabado por las cámaras de “Mariavisión”, cadena mexicana que cuenta con amplia difusión en Hispanoamérica y que está asentándose también en España; fundamentalmente aquí se emite por Internet, pero en la actualidad está extendida por 18 países y llega a más de 70 millones de hogares. Previamente, se habían ofrecido algunas entrevistas relativas al concierto a esta misma cadena de televisión y a la cadena de radio COPE. Al día siguiente, domingo 11, Intereconomía TV ofreció otra entrevista.
Celebración de la Inmaculada Concepción
El día 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, es una de las fechas de mayor relieve en el Valle de los Caídos. Por la mañana, la Santa Misa conventual de 11 h. en la Basílica, celebrada por el P. Abad y los concelebrantes con casulla azul celeste, así como el diácono con dalmática del mismo color (gracia concedida por la Santa Sede a la Iglesia de España por su defensa histórica de este privilegio mariano), contó con un acontecimiento también muy especial: la Primera Comunión de cinco niños de la Escolanía, todos ellos vecinos de Sotillo de la Adrada (Ávila). Al terminar la Santa Misa, todos los escolanos se fotografiaron con sus compañeros y éstos asimismo con sus familias.
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A las 16 h. tuvo lugar en el Salón de Actos el XXIV Certamen de Poesías a la Inmaculada, una de las dos grandes fiestas de la Escolanía, instituida por el P. Benito Martín Rabanal, que murió hace unos años con 95 de edad. Días antes, los alumnos mayores, de 2º de ESO, que no participan en el concurso, se encargan de recoger la poesía que cada escolán dedica a la Santísima Virgen y deliberan cuáles son las mejores, además de ir reuniendo regalos para todos (nadie se queda sin regalo). La tarde de la fiesta, los mayores van llamando uno por uno a cada escolán y al final la emoción se centra en los diez últimos, hasta ver quién es el ganador. Es muy bonito ver la sencillez –también a veces la profundidad– de las poesías de estos niños y el amor que expresan a la Virgen. Una vez que el niño llamado la lee, se le hace entrega de un regalo o, más bien, de un conjunto amplio de regalos. Todo lo organizan y dirigen los alumnos mayores, que han actuado con gran responsabilidad. Tras este concurso, que es el principal, se conceden los premios a los ganadores de otros certámenes: cuentos de Navidad, cartas a los Reyes Magos, tarjetas de Navidad (Christmas), belenes o dibujos del Portal de Belén… Asimismo, se hace entrega de los diplomas del Área Escolar por esfuerzo, orden y comportamiento en cada curso. Al final los niños ofrecen a los asistentes un recital de canciones de Navidad, que es un anticipo de las que se preparan para los conciertos próximos. Este año, el homenaje que desde hace unas pocas ediciones del concurso se viene haciendo a un monje de la Abadía que en su día estuvo dedicado a la Escolanía, se ha realizado al P. Abad Dom Anselmo, pues en su momento fue director del centro.
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Más tarde, a las 19 h., se celebraron las II Vísperas solemnes de la Inmaculada en la Basílica, cantadas por la Comunidad benedictina y la Escolanía y con notable afluencia de familiares de los niños y de otros fieles. Es muy hermosa la procesión que al final se hace a la Capilla de la Inmaculada para renovar la consagración que año tras año vienen realizando los monjes de todos los monasterios de la Congregación de Solesmes a la Santísima Virgen. La celebración terminó con la exposición y bendición del Santísimo Sacramento y el canto de la Salve solemne, alternada entre los monjes y los niños.
Acceso al noviciado de dos postulantes
El miércoles 7 de diciembre por la tarde, al término de las primeras Vísperas solemnes de la Inmaculada Concepción en la Capilla del Monasterio, fueron recibidos al período del noviciado canónico dos postulantes, Fray Luis Moreno y Fray Javier Martín. Al acabar el canto de Vísperas, los dos postulantes se postraron en el suelo ante el P. Abad, revestido con capa azul celeste (color de la Inmaculada, concedido a la Iglesia de España por privilegio de la Santa Sede), para solicitar ser admitidos en la Comunidad, concretamente ahora en el noviciado canónico. Sentados escucharon después la homilía del P. Abad, quien incidió en aspectos importantes de la vida monástica. A continuación, procedió a lavar un pie de cada uno, recordando el gesto de Jesús el Jueves Santo, y rezó la oración final.
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Como en alguna ocasión se indicó ya, Fray Luis es ingeniero de minas y trabajó, previamente a su ingreso en la Abadía, en las obras de construcción de los túneles de la A-6 (Madrid – La Coruña) y de la línea del AVE a Galicia en la Sierra de Guadarrama. Fray Javier, por su parte, es antiguo escolano del Valle de los Caídos. A ellos hay que sumar a Fray Miguel Torres, cuya entrada en la Abadía aún es muy reciente.
Tercer Domingo de Adviento – Ciclo B
Queridos hermanos en Xto, el Señor:
“No era él la luz, sino testigo de la luz”. El evangelista nos aclara que no es en el Bautista en quien hemos de poner nuestra mirada, en quien hemos de esperar nuestra salvación, a quién hemos de tender en todo momento de nuestra vida. Juan Bautista tenía totalmente claro cuál era su papel en este mundo y, ni por un instante, intentó usurpar un protagonismo y una figura que no le correspondía en absoluto. Con toda tranquilidad podía haberse dado a sí mismo el título de Mesías pues su mismo auditorio casi lo daba por hecho; sin embargo, él se limitó a cumplir su función, aquélla para la que Dios le había enviado al mundo; misión que, por otro lado, era importantísima.
Juan, el mayor hombre nacido de mujer, como lo calificó el mismo Xto, dijo de sí mismo que no era digno de desatar la correa de la sandalia de aquel que venía detrás de él. Mucho tendríamos que aprender de San Juan.
Si nosotros actuáramos del mismo modo pudiera ser que las cosas cambiaran en este mundo. Porque eso de figurar, de llamar la atención, de ser los protagonistas allá donde estemos, de usurpar los papeles que no nos corresponden es algo que nos encanta. Da igual lo que seamos y no importa lo que tengamos, siempre queremos más. Nos pasamos la vida disimulando nuestras carencias, intentamos ser el centro de atención allá dónde estamos y disfrutamos al acaparar el protagonismo. Pensemos, por ejemplo: en una simple conversación con otra persona, lo habitual es que prefiramos oírnos a nosotros mismos y normalmente no prestamos atención al otro. Cada uno lo que queremos es contar nuestra propia historia porque damos por sentado que es bastante más interesante e importante que cualquier otra que nos puedan contar. Pues este simple ejemplo podemos extrapolarlo a cualquier situación de la vida.
Y por seguir poniendo ejemplos, diré que en muchas ocasiones los sacerdotes cuando predicamos, lo que realmente estamos haciendo es intentar lucirnos, da igual lo que digamos mientras quede bien y parezca profundo; si predicamos a Xto esa es otra cuestión, lo bueno es que me van a felicitar por la homilía tan buena que he pronunciado; y, si no me felicitan, da igual, ya me felicitaré yo mismo. Es decir, intentamos, muchas veces ser la luz y no testigos de la luz. Pensemos en cuál es el motivo por el que las predicaciones, buenas o malas, normalmente no nos llevan a la conversión, muy pocas veces remueven nuestras conciencias y en contadas ocasiones hacen que nos replanteemos nuestra vida. No creo que el problema radique en las predicaciones en sí mismas sino, más bien, en la vida de santidad o de carencia de ésta del mismo sacerdote. A los hombres no nos mueven las palabras sino los hechos y por ello, normalmente, estaremos dispuestos a seguir, únicamente, a alguien que sea congruente con lo que afirma creer y por lo que afirma vivir (Pensemos en el Santo Padre, por ejemplo). ¿Cómo voy a pensar que mis palabras pueden calar en el corazón de alguien si primero no me las aplico yo? Vuelvo a lo mismo: no nos damos cuenta de que somos testigos de la luz pero no somos la luz.
Todos tenemos, o deberíamos tener, algo de Juan Bautista. Su padre Zacarías dijo de él que sería llamado Profeta del Altísimo porque iría delante del Señor a preparar sus caminos, enseñando a su pueblo la salvación por el perdón de sus pecados. Esta misión de Juan es, literalmente, la misma que la nuestra. Dios, a todos nosotros, nos ha concedido el don de la fe para que la propaguemos y para que enseñemos a todos que Xto es quien nos perdona y quien nos salva y que fuera de Él nos existe la salvación. Nosotros, como Juan, deberíamos ir delante del Altísimo preparando sus caminos pues ha de volver, en gloria y majestad, para juzgar a su pueblo. El adviento es la época litúrgica del año en el que se nos recuerda la próxima y definitiva venida de Xto a este mundo para concedernos la salvación eterna, si es que la queremos aceptar. Y hasta que llegue ese momento, todos deberíamos, al igual que Juan, preparar los caminos del Señor; digo preparar los caminos del Señor, no nuestros propios caminos. De ahí la urgente necesidad de que caigamos en la cuenta de lo fundamental de nuestro papel en este mundo y de lo mucho que Dios ha puesto en nuestras manos. A pesar de no ser dignos de desatar la sandalia de aquél que viene tras nosotros, hemos sido constituidos colaboradores excepcionales de Él. Hemos de ser conscientes de que lo que nosotros no hagamos por estar entretenidos en nosotros mismos, nadie lo hará por nosotros. Dios nos ha destinado para que demos fruto y fruto abundante y, además, fruto de vida eterna.
Hoy San Juan Bautista nos está indicando cuál es nuestra obligación y cómo realizar nuestra misión. Nos está enseñando que lo que somos, sin intentar parecer lo que bajo ningún concepto somos, es todo cuanto necesitamos para cumplir con la misión encomendada por Xto. Consiguientemente dejémonos de tanta suficiencia, vanidad y soberbia e imitemos, no ya a Juan, sino al mismo Xto que siendo Dios se humilló hasta la muerte para reconciliarnos con el Padre.
La Virgen María nos ayudará porque es una excelente maestra de humildad y de cumplimiento de la voluntad de Dios y porque, además, es nuestra Madre y quiere lo mejor para nosotros. Y no hay nada mejor que el mismo Dios.
Solemnidad de la Inmaculada Concepción
“Toda hermosa eres María, y en Ti no hay mancha original”. Así la han proclamado siempre sus hijos. Es una de las expresiones con las que el pueblo cristiano ha manifestado su amor y admiración por María. En ella ha contemplado la máxima expresión de la raza humana, a continuación de Jesús, y la ha considerado ‘el honor’ de nuestro pueblo. No sólo por las magnificencias que Dios ha volcado sobre Ella, sino por las que Ella ha devuelto a Dios. Por ello, es espejo de Dios y de los hombres, de la santidad, del amor, de la belleza suprema.
Toda hermosa eres, María; signo de la hermosura con la que el hombre salió de las manos de Dios, de la perfección casi angélica y casi divina que le había sido destinada, pero que nosotros truncamos entonces y arruinamos hoy cuando pretendemos alcanzar esa perfección al margen de Él o contra Él.
Lo único que puede ser considerado auténticamente humano, y así lo han valorado hasta ahora las generaciones que nos han precedido, es lo que refleja a Dios y su imagen en nosotros. El verdadero valor del hombre es su cercanía a Dios, el caminar en compañía de Dios (como Noé y los patriarcas), recorriendo el trayecto trazado por Él: para cada individuo y para la generalidad de los hombres.
Este fue el camino de María. Por eso pudo decir: “el Poderoso ha hecho obras grandes para Mí”, como las había hecho en el primer hombre y mujer, y las hace en cada uno de nosotros. Estas ‘obras grandes’, hechas por Dios para nosotros y que nosotros estamos llamados a realizar para Dios, son las que elevan al hombre con la única grandeza valiosa, la única que nosotros debiéramos valorar; el resto es un espejismo, como todos los que venimos fabricando. restaurar_x000D_ Por el contrario, María se declara la esclava del Señor y pronuncia su fíat: hágase en Mí, y tiene lugar en ella la concepción de Jesús. Es la respuesta espontánea de la criatura, el gesto natural y habitual de quien sabe que la única actitud razonable de cada ser humano radica en saberse totalmente criatura de Dios, en colaborar en su voluntad sobre nosotros.
Una voluntad que consiste en desarrollar la imagen de Dios y la vida de Cristo en nosotros, y de esa manera hacernos capaces de engendrar también en nosotros a Jesús. Algo que si para María supuso la llamada a colaborar con su Hijo en la restauración de esa imagen y de esa vida en nosotros, también nosotros, que somos portadores de esa imagen restaurada, hemos de contribuir a rehabilitar en los otros.
Inmaculada desde su concepción, Ella fue liberada del pecado original y de los pecados propios pero no de los ajenos. Como su Hijo, también ella cargó, en la medida prevista por el designio de Dios, con los pecados de todos. Fue libre de los propios para ensanchar su capacidad de acoger los ajenos: para interceder y expiar por ellos.
Ella estuvo junto a la Cruz para presentar a su Hijo las culpas que debía redimir con su muerte, y para asumir su parte en esa acción destinada a aplastar la cabeza del autor del pecado y de la muerte. Así estaba previsto, pues como afirma la liturgia de este día y la teología de la Iglesia al explicar la participación de María en el misterio de la redención, “el que podía hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin María lo que había sido manchado. Por eso, Ella es Madre de las cosas que han sido devueltas a la vida, la Madre a la que se debe su restauración” (S. Anselmo).
María fue entonces, y es siempre, la precursora del que es, del que viene y del que ha de venir, en el curso del tiempo y al final del mismo, según ese anuncio reiterado que multiplican la palabra de Dios y de la Iglesia en la liturgia de este tiempo de Adviento, a pesar de que algunos crean que Él, Jesús, ha cumplido ya su ciclo y que ya no hay razón para ningún nuevo regreso suyo, ninguna posibilidad para un nuevo futuro de Cristo, sino sólo para el del hombre, convertido en centro de sí mismo y de su historia.
Sin embargo Él, Cristo, es el único verdadero contemporáneo: “Yo soy el primero y voy a ser el último”. Yo soy la fuente de lo único que es actual: lo que está injertado y unido a Aquel que, en cada momento, hace nuevas todas las cosas.
María nos está repitiendo, junto con toda la Iglesia, que Ella misma es la figura del ser nuevo que está en camino, del hombre original que vivía en comunión con Dios y que está llamado a recuperarla para rescatar el único verdadero sentido a su existencia.
La suya (la de María) es hoy la voz que grita en el desierto: preparad los caminos del Señor, allanad sus senderos, para que se ponga en camino un pueblo justo, que ama su Ley y que glorifica al Señor. Ella grita en el desierto de nuestro tiempo para hacernos ver que no estamos viviendo en el paraíso que hemos creído construir, sino en una tierra de sombras, salvaje e inhóspita, sedienta de Luz, de Verdad y de Gracia. Ella va delante del Señor y, como nuevo profeta de los tiempos nuevos nos dice, sobre todo en este tiempo de Adviento: “mira a tu Dios que viene a ti para salvarte”.
Pidámosle que los prepare también para España. Ella es nuestra Patrona y debemos invocarla también como nuestra Reina: Reina de España. Pongamos en sus manos nuestra patria: su paz y prosperidad, su unidad y su fe, el reencuentro consigo misma, a fin de que el espíritu y el alma de nuestro pueblo vuelvan a beber en las fuentes que lo han nutrido secularmente. Fuentes que han sido y son el amor a Cristo y a María.