El sábado 12 de mayo, la Escolanía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos ofreció un concierto musical de canto gregoriano en la “Iglesia de la Santa” en Ávila, conocido templo de la ciudad por su vinculación a la vida de Santa Teresa de Jesús, reformadora del Carmelo. No acudieron en esta ocasión todos los niños de la Escolanía, sino una parte de ella. La dirección estuvo al cargo del P. Laurentino Sáenz de Buruaga y de D. Miguel Ángel Fernández, profesor de la Escolanía, antiguo alumno de la misma e integrante de “Schola Antiqua”. La intervención de los chavales del Valle fue muy aplaudida por el público asistente.
Hildegarda de Bingen, Santa y próxima Doctora de la Iglesia
El pasado jueves 10 de mayo, el Papa Benedicto XVI proclamó oficialmente santa a la monja y abadesa benedictina Hildegarda de Bingen (1089-1179). Hasta ahora no había tenido lugar su canonización oficial, aunque fue venerada como santa prácticamente desde su muerte. El Santo Padre ha firmado la extensión de su culto litúrgico a la Iglesia universal inscribiéndola en el catálogo de los santos.
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Santa Hildegarda es célebre por sus visiones y profecías y por sus conocimientos artísticos y científicos (desde la composición musical a la medicina natural). Es muy popular en Alemania y Benedicto XVI tenía ya hacia ella una notable devoción. En dos catequesis generales de los miércoles ha utilizado sus enseñanzas. De familia noble, entró en el convento de Disibodenberg. Compuso hasta 78 obras musicales y escribió nueve libros que tratan temas varios como Botánica y Medicina, además de escritos de corte espiritual y místico como el Scivias. Fundó dos monasterios y reprochó con valentía ciertas actitudes inapropiadas de personajes políticos y eclesiásticos de su tiempo.
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Benedicto XVI ha anunciado unos días después la próxima declaración de Santa Hildegarda de Bingen y de San Juan de Ávila (patrono del clero secular español) como Doctores de la Iglesia para el día 7 de octubre. En palabras suyas, “Estos dos grandes testigos de la fe vivieron en periodos históricos y ambientes culturales muy distintos. Hildegarda fue monja benedictina en el corazón del Medievo alemán, auténtica maestra de teología y profunda estudiosa de las ciencias naturales y de la música. Juan, sacerdote diocesano en los años del Renacimiento español, participó en los trabajos de renovación cultural y religiosa de la Iglesia y de la sociedad en los albores de la modernidad”. También dijo el Papa que “la santidad de su vida y la profundidad de su doctrina les convierten en perennemente actuales: de hecho, la gracia del Espíritu Santo les proyectó en esa experiencia de penetrante comprensión de la Revelación divina y de inteligente diálogo con el mundo que constituyen el horizonte permanente de la vida y de la acción de la Iglesia”.
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Precisamente este año se ha leído una biografía sobre Santa Hildegarda de Bingen en el refectorio de la Abadía Santa Cruz del Valle de los Caídos. Tiempo antes se había leído otra de San Juan de Ávila.
Inauguración del Ministerio Abacial en Dueñas
El martes 8 de mayo, el P. Prior de Santa Cruz del Valle de los Caídos asistió en representación del Abad y la Comunidad a la toma de posesión e inauguración del ministerio abacial del nuevo abad cisterciense de San Isidro de Dueñas (Palencia), “la Trapa” del Hermano Rafael. A las 17 h. se celebró en la iglesia del monasterio la Santa Misa, en la que el P. Dom Juan Javier Martín Hernández, nuevo abad, ofreció una hermosa y profunda homilía.
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Asistieron los abades y superiores cistercienses de la Estricta Observancia de España, así como el “Padre Inmediato” francés de Dueñas (es decir, el abad de la casa-fundadora de San Isidro de Dueñas), además de varias abadesas cistercienses y de los abades benedictinos de Silos y Leyre y el abad emérito de los benedictinos de Singeverga (Portugal), amén de otros monjes y monjas cistercienses. También acudieron numerosas autoridades eclesiásticas y civiles, principalmente los obispos de Palencia, Osma-Soria y Mons. Martínez Camino, prelado auxiliar de Madrid, quien había vivido un año entre los monjes de la Trapa de Dueñas antes de recibir el ministerio episcopal. El P. Dom Juan Javier se vio acompañado asimismo de autoridades y amigos venidos de Galicia, dada la intensa labor que allí realizó en sus años como abad de Oseira (Orense). Después de la Santa Misa, los monjes de Dueñas ofrecieron un aperitivo a los asistentes. La tarde fue un bonito momento de convivencia entre los monjes y las monjas de todos estos monasterios y de las dos Órdenes hermanas, Benedictina y Cisterciense.
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En todo momento se halla presente en San Isidro de Dueñas la memoria de San Rafael Arnáiz, monje cisterciense que vivió y se halla sepultado junto a la iglesia abacial.
Solemnidad de Pentecostés
“Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. La mayoría de nosotros hemos sido objeto de este bautismo, es decir, hemos sido sumergidos en Él e inundados por la plenitud de la nueva vida en que nos introduce. Es el acontecimiento renovado en este tiempo de la pascua, en el que la resurrección de Cristo es la oportunidad para nosotros de rejuvenecer la vida divina que recibimos en el bautismo y de participar ya ahora con Cristo en las primicias de la resurrección.
Como los apóstoles, también nosotros hemos recibido el Espíritu Santo, pero no sólo en el sacramento del bautismo, sino también en aquel mismo día de Pentecostés, en el que fue toda la Iglesia, representada por ellos, la que recibió aquel soplo y aquel fuego del Espíritu. Un soplo y un fuego que no se extinguen porque son el propio Espíritu de Dios, y que siguen llenando la Iglesia y a cada uno de nosotros, si también nosotros nos mantenemos interiormente expectantes, con un deseo ardiente de su venida.
El Espíritu de Dios es el propio ser de Dios, sus profundidades, su esencia íntima, el aliento que constituye su vida y su acción. Es el Espíritu que habita en Dios y que es Dios, pero que lo llena todo, dentro y fuera de Dios. Este Espíritu se ha convertido en un don de Dios para nosotros, y con él ha marcado, en un grado u otro, todas las cosas, pero sobre todo al hombre. Es el Espíritu que nos introduce en la participación de Dios, el Espíritu que habita en nosotros y nos permite habitar en Dios y participar de la realidad divina.
Pero es también el Espíritu mediante el cual ha sido creado todo, el que todo lo mantiene en vida y que recrea aquello que se ha marchitado, quebrantado o extinguido, cuando nuestro espíritu se ha opuesto al de Dios. Toda la revelación une la principal acción del Espíritu de Dios con la vida. El representa la fuerza, la fecundidad y el dinamismo del mundo. Él es el que depositó en él la energía primordial, y con ella la vida que ha llenado toda realidad en el cielo, en la tierra y en el universo. Es el Espíritu que llena, en primer lugar, a Dios, porque Dios mismo es Espíritu, y en Él está su fuente y su plenitud. El mismo que llena el cielo, cuyos espacios han sido poblados por su acción creadora, y el mundo y todas sus criaturas, que han nacido del soplo del Espíritu y son alimentados y sostenidos por su aliento.
El mismo Espíritu que inundó a María, a la que colmó primero de la plenitud de la gracia y fecundó después para que concibiera al Verbo de Dios. El que descendió sobre la Iglesia, como hemos escuchado que sucedió en aquel primer Pentecostés, y sobre la cual se cierne constantemente para vivificarla, conducirla y mantenerla en la verdad y en el amor. El que inunda también el alma del hombre cuando éste se abre a la gracia, y vierte sobre él la diversidad de sus dones.
Toda esta realidad ha sido diseñada por la mano de Dios y conducida por la acción de su Espíritu, y es reflejo de su gloria, de su amor y de su belleza. En distinta medida, toda esa realidad lleva su imagen, y está llamada a que descubramos de nuevo en ella el esplendor del que procede. Un esplendor, sin embargo, que tantas veces ha sido ofuscado a consecuencia del eclipse del espíritu que el hombre ha provocado en sí mismo. Todo queda, entonces, a la espera de que el hombre se sobreponga por sí mismo al desconcierto que lo envuelve, a no ser que debamos esperar una nueva manifestación del Espíritu de Dios, un nuevo Pentecostés que transforme y purifique el mundo y a cada uno de nosotros.
En realidad, sólo nos queda esperar que sea ‘el Espíritu el que renueve la faz de la tierra’, que el Espíritu de Vida y de Sabiduría se derrame de nuevo sobre ella. “Dios creó la Sabiduría en el Espíritu Santo y la derramó sobre todos los vivientes”, para que acertáramos a “regir el mundo con santidad y justicia” (Sb 9,1), para saber “lo que es grato a tus ojos y lo que es recto según tus preceptos” (id d. 9). Él mismo nos ha advertido que es el “Espíritu de Dios el que da vida, mientras la carne, es decir, los proyectos y los deseos humanos, no pueden nada” por sí mismas, sino que conducen a su ocaso.
Necesitamos invocar al ‘Espíritu de la verdad’ porque, como Él mismo prometió, “cuando Él venga nos guiará hasta la verdad plena” (…). Es una de las urgencias más apremiantes en un tiempo en que la confusión y el desconcierto, sistemáticamente sembrados por el padre de la mentira, sustituyen la visión y la confesión diáfanas de la verdad. “El Espíritu nos ha dado inteligencia para que reconozcamos al Verdadero (…) “El os lo enseñará todo” (…). Los hombres de esta generación estamos intentando sustituir la única verdad, que es la que ha sido pronunciada por el Verbo y por el Espíritu de Dios, por lo que llamamos el pensamiento único, único para todos los hombres y único supuestamente verdadero. Pero no hay verdad fuera de la verdad original y plena que es Dios y que se nos ha revelado por su Espíritu.
Hemos escuchado que “el Espíritu del Señor llena el orbe de la tierra” (Introito) , como en los orígenes del mundo y de la Iglesia. Parece que nuestra obra consiste, más bien, en vaciar la tierra del Espíritu, que es como si la vaciáramos de la luz y del aire, haciendo así un mundo inhabitable. Porque el mundo del hombre no subsiste fuera del universo divino, fuera del aliento del Espíritu. El Espíritu es el seno materno en el que hemos nacido y en el que permanecemos, de manera que si rompemos ese nicho sobreviene una extinción inevitable.
Pidamos hoy que este Espíritu penetre en nuestros corazones para que purifique lo inmundo y fecunde lo que es árido, para que rija el porvenir de la historia y rejuvenezca el alma del mundo. Entonces, como el profeta Samuel anunció a Saúl: “Te invadirá el Espíritu del Señor y te convertirás en otro hombre”.
Pidámoslo por la intercesión de María, en torno a la cual estaba unida aquel día de Pentecostés la Iglesia naciente, convocada por el Espíritu y por la Madre de Jesús, considerada ya en el corazón de los apóstoles Madre de la Iglesia. Los apóstoles que hoy actúan también en esas organizaciones de “Apostolado Seglar” y de “Acción católica”, y que en el día de hoy la Iglesia encomienda especialmente a nuestra oración mientras nos convoca a participar en esa misión.
Solemnidad de Nuestra Señora del Valle
El sábado 5 de mayo se celebró la solemnidad de Nuestra Señora del Valle, Patrona del Valle de los Caídos. A las 10,30 h., según estaba convocado, se rezó el Santo Rosario en la Basílica; como es costumbre ya, fue dirigido por los novicios de la Comunidad Benedictina y varios seglares. A continuación, a las 11 h., la Santa Misa conventual tuvo al P. Abad Dom Anselmo como celebrante principal. Al acabar, los monjes y los fieles se aproximaron a la imagen de la Virgen del Valle, donde se realizó una emotiva ofrenda floral y los niños de la Escolanía entonaron varios cantos marianos. Después de las celebraciones religiosas, algunos de los asistentes compartieron un aperitivo y pasaron al refectorio con la Comunidad, con el rezo intermedio de la hora de Sexta. Acudieron dos monjes benedictinos del Monasterio de Santa María de El Paular, pero no pudieron asistir este año representantes de los jerónimos de Santa María de El Parral, que han quedado en venir otro día al Valle.
Visitas y peregrinaciones recientes al Valle de los Caídos
De entre las visitas recientes al Valle de los Caídos, es oportuno destacar principalmente algunas como la de un grupo de peregrinos procedentes de diversos puntos del Perú, guiados por varios sacerdotes y por el obispo de la diócesis de Jaén, en la zona de la Selva del país andino. Vinieron el jueves 3 de mayo y participaron en la celebración de la Santa Misa conventual de 11 h. en la Basílica.
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Al día siguiente, viernes 4 de mayo, ocho niños de la Escolanía de la Catedral de Ciudad de México asistieron con su director y con los dos directores de la Escolanía de los PP. Agustinos de San Lorenzo de El Escorial a la Santa Misa de 11 h. A continuación se les enseñó el edificio de nuestra Escolanía y los chavales mexicanos pudieron confraternizar y cantar con los del Valle.
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El domingo 6 de mayo vino un amplio grupo de peregrinos de Valladolid, que participó en la Santa Misa y visitó la Basílica.
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El martes 8 de mayo, un grupo de niñas del colegio que las hermanas de la Compañía de María tienen en Talavera de la Reina (Toledo) visitó la Basílica y el conjunto del Valle de los Caídos, siendo atendidas por el P. Alberto.
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En el primer fin de semana de mayo, un grupo de cadetes de la Academia de Infantería vino a la Hospedería para prepararse a recibir el Sacramento de la Confirmación, bajo la dirección del Páter o capellán castrense de dicho centro de formación militar. El P. Alfredo asistió para facilitar las confesiones.
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En el fin de semana del 11 al 13 de mayo, otros grupos religiosos se han reunido también en la Hospedería para realizar convivencias y ejercicios espirituales e impartir charlas.