El pasado jueves 10 de mayo, el Papa Benedicto XVI proclamó oficialmente santa a la monja y abadesa benedictina Hildegarda de Bingen (1089-1179). Hasta ahora no había tenido lugar su canonización oficial, aunque fue venerada como santa prácticamente desde su muerte. El Santo Padre ha firmado la extensión de su culto litúrgico a la Iglesia universal inscribiéndola en el catálogo de los santos.
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Santa Hildegarda es célebre por sus visiones y profecías y por sus conocimientos artísticos y científicos (desde la composición musical a la medicina natural). Es muy popular en Alemania y Benedicto XVI tenía ya hacia ella una notable devoción. En dos catequesis generales de los miércoles ha utilizado sus enseñanzas. De familia noble, entró en el convento de Disibodenberg. Compuso hasta 78 obras musicales y escribió nueve libros que tratan temas varios como Botánica y Medicina, además de escritos de corte espiritual y místico como el Scivias. Fundó dos monasterios y reprochó con valentía ciertas actitudes inapropiadas de personajes políticos y eclesiásticos de su tiempo.
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Benedicto XVI ha anunciado unos días después la próxima declaración de Santa Hildegarda de Bingen y de San Juan de Ávila (patrono del clero secular español) como Doctores de la Iglesia para el día 7 de octubre. En palabras suyas, “Estos dos grandes testigos de la fe vivieron en periodos históricos y ambientes culturales muy distintos. Hildegarda fue monja benedictina en el corazón del Medievo alemán, auténtica maestra de teología y profunda estudiosa de las ciencias naturales y de la música. Juan, sacerdote diocesano en los años del Renacimiento español, participó en los trabajos de renovación cultural y religiosa de la Iglesia y de la sociedad en los albores de la modernidad”. También dijo el Papa que “la santidad de su vida y la profundidad de su doctrina les convierten en perennemente actuales: de hecho, la gracia del Espíritu Santo les proyectó en esa experiencia de penetrante comprensión de la Revelación divina y de inteligente diálogo con el mundo que constituyen el horizonte permanente de la vida y de la acción de la Iglesia”.
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Precisamente este año se ha leído una biografía sobre Santa Hildegarda de Bingen en el refectorio de la Abadía Santa Cruz del Valle de los Caídos. Tiempo antes se había leído otra de San Juan de Ávila.