Queridos hermanos: En este IV Domingo de Pascua, en el que el Evangelio nos presenta a Jesús como Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, en España se celebran, por acuerdo de la conferencia episcopal dos jornada mundiales: de oración por todas las vocaciones y de oración por las vocaciones nativas. Casi el 40% de las circunscripciones en las que se organiza la Iglesia Universal dependen directamente de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Son iglesias implantadas en territorios de misión que todavía no son capaces de mantenerse por sí mismas, y reciben por tanto la ayuda de la Obra Misional Pontificia de San Pedro Apóstol. Esta Obra Misional Pontificia es la menos conocida de las 3 que se celebran durante el año, junto con la santa infancia en enero y el domund en octubre, pero la jornada y la colecta de hoy son tan obligatorias como las de las otras 2 jornadas. La colecta que luego se recogerá con vuestras aportaciones se destinará pues a este fin.
En esta jornada se nos recuerda que debemos orar con perseverancia al Señor de la mies para que sigan surgiendo vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en esos territorios de misión, pues es allí donde precisamente Dios hoy suscita la mayoría de vocaciones. Jesucristo necesita sacerdotes, religiosos y laicos que lleven al mundo la buena noticia de la salvación. Dios nos ha dado muestras más que suficientes para fiarnos de Él. A través de Jesucristo nos ha mostrado la vocación última a la que nos llama: ser hijos suyos. Todos los cristianos estamos llamados a concretar esta actitud fundamental en una vocación específica. El Señor sigue suscitando vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales comprometidas con la misión de su Iglesia de anunciar a todos los hombres la buena noticia. Debemos rezar incesantemente al Señor, el dueño de la mies, para que suscite vocaciones en su Iglesia, confiando en Él, que tiene la iniciativa en toda llamada vocacional, ámbito y espacio eclesial. La Iglesia necesita hombres y mujeres que, con generosidad y confianza, entreguen su vida a Dios y a sus hermanos.
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El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda oportunamente que la iniciativa libre de Dios requiere la respuesta libre del hombre. Una respuesta positiva que presupone siempre la aceptación y la participación en el proyecto de Dios sobre cada uno; una respuesta que acoja la iniciativa amorosa del Señor y llegue a ser para todo el que es llamado una exigencia moral vinculante, una ofrenda agradecida a Dios y una total cooperación en el plan que Él persigue en la historia. Atraídos por Él, desde los primeros siglos del cristianismo, muchos han abandonado familia, riquezas y todo lo humanamente deseable, para seguir generosamente a Cristo y vivir sin ataduras su Evangelio, que se ha convertido para ellos en escuela de santidad radical. El testimonio de esos hermanos recuerda al pueblo de Dios “el misterio del Reino de Dios que ya actúa en la historia, pero que espera su plena realización en el cielo”, como decía S. Juan Pablo II. Todavía hoy muchos avanzan por ese mismo camino exigente de perfección evangélica y realizan su vocación con la profesión de los consejos evangélicos.
Mª, Madre especialmente de los sacerdotes y de las personas consagradas, es el modelo de toda vocación cristiana. Ella, que confió en Dios y respondió con generosidad a su llamada, nos enseña hoy a confiar y a responder a la llamada que Dios nos hace. Encomendemos a Mª, en su advocación de Virgen del Valle, a cuantos descubren la llamada de Dios para encaminarse por la senda del sacerdocio ministerial o de la vida consagrada, para que sientan siempre su maternal protección. Que así sea.