Queridos hermanos en Xto:
Desde el pasado martes, día 18, y a hasta el próximo 25 de enero, la Iglesia está celebrando el octavario por la unidad de los cristianos. Durante estos días se realizan diversas actividades dirigidas a intentar disminuir las diferencias de los distintos grupos cristianos y, lo que es más importante, se reza de un modo más insistente a Dios para alcanzar dicho fin. Si bien es cierto que todos los esfuerzos humanos que se puedan hacer en este sentido son provechosos y necesarios, no podemos olvidar nunca que, de alcanzarse algún día la unidad perdida, será como consecuencia de un don de Dios y no como el fruto de una negociación.
Pero hasta el momento que Dios quiera concedernos que los cristianos del mundo seamos uno, no es menos cierto que todos los cristianos podemos cooperar a ello. Muchas veces nos contentamos con lamentarnos de que tal o cual cosa va mal, y esto en cualquier aspecto de la vida: pensemos en la situación de amoralidad que nos rodea, en la debilidad que muestra la misma iglesia en algunas cuestiones, etcétera. No obstante, no parece que con lamentarse sea suficiente en ningún caso; no podemos justificarnos diciendo que ‘yo no puedo hacer nada para cambiar las cosas’. El ejemplo más reciente de que las cosas sí pueden cambiar lo tenemos aquí mismo, en el Valle de los Caídos. Hace pocos meses la situación por la que atravesaba el Valle era realmente alarmante porque, entre otras cosas, se había suspendido hasta el derecho de cualquier fiel a ejercer libremente su fe en un lugar de culto como es esta Basílica.
Hubo muchas conversaciones a lo largo del tiempo para intentar subsanar dicha situación, pero ésta, lejos de arreglarse, se iba complicando más y más hasta culminar con el cierre total e indefinido de la Basílica y del Valle. Sin embargo la decisión firme de un relativamente pequeño grupo de personas, unidos a la oración eficaz de miles de personas a lo largo de varios meses, consiguió alcanzar lo que todas las reuniones o negociaciones del mundo no fueron capaces de lograr. Cuando la situación del Valle parecía más difícil llegó, casi inesperadamente, la solución y con ella la apertura al culto de la Basílica del Valle de los Caídos. Al margen de lo que pueda suceder en el futuro lo que sí es cierto es que un grupo de creyentes oró con fe a Dios y Él le concedió lo que pedían.
Esto nos debe llevar a preguntarnos sobre qué pasaría en España y en el mundo, si la Iglesia en conjunto (los pastores y los fieles) elevásemos a Dios súplicas constantes, con fe y esperanza ciertas, sobre cuestiones más importantes que la apertura o cierre del Valle. Cuestiones como la unidad de los cristianos, lógicamente, pero también como el fin del aborto, de la eutanasia y de la manipulación genética; el fin del terrorismo y de las guerras; la regeneración moral y espiritual de los pueblos, especialmente de occidente; la defensa de la familia, la dignidad del trabajador, el derechos de los niños a crecer con inocencia; el derecho de toda persona a practicar libremente su fe sin necesidad de arriesgar su vida por tener ciertas creencias religiosas; y así un conjunto de aspectos con los que nos hemos acostumbrado a vivir y sobre los que únicamente nos limitamos a decir que no podemos hacer nada.
Los Apóstoles y los primeros discípulos de Xto sabían que sí se puede hacer mucho más que lamentarse y por ello mismo fue por lo que en, relativamente poco tiempo, fueron capaces de cambiar toda una sociedad pagana y sin principios morales. Estos hombres se lanzaron sin miedo y sin ningún tipo de complejo a conquistar las almas para Xto. Lo cual no quiere decir que su tarea fuera fácil, de hecho tuvieron que pagar, en muchos casos, el precio de su misma vida, pero con su sacrificio, con su fe y su amor lograron cumplir el mandato de Xto de predicar el Evangelio a toda la creación.
Si en aquel entonces esos hombres y mujeres pudieron transformar una sociedad, ¿por qué hoy no podemos hacer otro tanto? Claro que podemos lo que realmente tendremos que saber es si queremos.
Para convertir las almas, para hacer triunfar el Evangelio tendremos que dejar a un lado nuestros intereses y egoísmos, nuestra visión particular de las cosas y nuestra tendencia a formar grupitos y deberemos situarnos, tras el Santo Padre, con una sola voz que eleve plegarias a Dios para que tenga piedad de este mundo. Además, forzosamente deberemos ser coherentes con nuestra fe y vivir aquello que afirmamos creer. ¿Es posible salvar al mundo? Sí. Pero, ¿queremos salvarlo realmente?
Los Apóstoles, cuando Xto les llamó, lo dejaron todo inmediatamente y le siguieron. Si somos igual de generosos la unidad de los cristianos será un hecho, al igual que el reconocimiento del derecho fundamental de la vida en todas sus fases, o cualquier otra cosa que agrade a Dios.
Por otro lado hoy también celebramos la jornada de la infancia misionera, a cuyo fin se destina la colecta de hoy. Los niños siempre han necesitado ayuda porque por su propia condición son indefensos y débiles. Pero parece que hoy su indefensión es mayor. Pensemos las dificultades que hoy en día tienen los niños: primero no se les quiere concebir, si son concebidos muchos acaban asesinados en el útero materno, si llegan a nacer se les educa inculcándoles que los valores por los que hay que luchar son el poder y la fama, el dinero y el consumismo, la sensualidad y la sexualidad; de tal modo esto es así que cuando llegan a la adolescencia ya han probado demasiadas cosas y en los años de la juventud están desencantados y sin ilusión por el futuro. No se les enseña valores que siempre han sido esenciales para la dignidad humana como el respeto a la autoridad, el valor del esfuerzo, las nociones auténticas del bien y el mal, la honradez o la sinceridad. En multitud de casos ni tan siquiera aprenden que existe Dios o, si lo saben, piensan en una idea tan distorsionada de Él que malamente les podrá atraer su figura jamás.
Por todo ello es por lo que la infancia necesita imperiosamente nuestra ayuda y protección; los niños serán en el futuro el resultado de los que nosotros le hayamos enseñado y educado en el presente. Hoy es un día para que tomemos conciencia de su situación y de que no podemos fallarles.