Queridos hermanos: en el evangelio que se nos acaba de proclamar, Jesús invita a sus discípulos al apostolado. Es una llamada que nos hace a todos y que está por encima de los deseos de contentar a los hombres. Es una voz muy profunda y dulce, una guía segura a lo largo de nuestra vida, una fuente de esperanza y consuelo en la oscuridad y dudas que nos sobrevengan cuando la fidelidad a la misma nos oponga a quienes nos rodean. En su mensaje para la jornada mundial de oración por las vocaciones de 03.05.2009, Benedicto XVI decía: “la respuesta del hombre a la llamada divina, cuando se tiene conciencia de que es Dios quien toma la iniciativa y a Él le corresponde llevar a término su proyecto de salvación, nunca se parece al cálculo miedoso del siervo perezoso que por temor esconde el talento recibido en la tierra (cf. Mt 25), sino que se manifiesta en una rápida adhesión a la invitación del Señor, como hizo Pedro, que no dudó en echar nuevamente las redes pese a haber estado toda la noche faenando sin pescar nada, confiando en su palabra (cf. Lc 5, 5)”.
Por otra parte el próximo miércoles, D.m., entramos en la Cuaresma, que empieza el miércoles de ceniza y no el I domingo de cuaresma. La Iglesia nos propone tres medios para nuestra conversión en todo tiempo y en especial en cuaresma: oración, ayuno y limosna. La oración se fortalece con el ayuno, que obliga sólo el miércoles de ceniza y Viernes Santo. Ambos días no olvidéis hacer una sola comida, aunque pudiendo tomar algo de alimento por la mañana y por la noche. Os recuerdo además la obligación de absteneros de carne todos los viernes de Cuaresma, obligación que puede cambiarse por una práctica piadosa únicamente los demás viernes fuera de Cuaresma. Precisamente anteayer era el día del ayuno voluntario a favor de Manos Unidas. Hoy, hermanos, se nos invita a colaborar con esta ONG católica de voluntarios, benéfica y sin ánimo de lucro, que lucha contra el hambre, la desnutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de medios educativos.
Las cifras son sobrecogedoras: sólo durante la celebración de esta S. Misa, en estos mismos momentos, más de 1000 personas están quedándose ciegas por falta de vitamina A y varios miles están muriendo de hambre, muchos de ellos niños menores de 10 años. 250 millones de niños menores de 14 años están trabajando ahora mismo, siendo casi siempre objeto de explotación laboral o del turismo sexual, para satisfacer las pasiones sin escrúpulos de europeos y norteamericanos. Este holocausto, silenciado por la mayoría de medios de comunicación, es un escándalo para los países ricos, cuyas escasas ayudas a los países pobres casi nunca son a fondo perdido, sino préstamos a bajo interés, que hay que devolver y como no se devuelven, los intereses se acumulan y la deuda es ya en la práctica impagable.
Hermanos, la beata Teresa de Calcuta escogió vivir el Evangelio en la dedicación completa a los más pobres entre los pobres. Y nosotros, ¿qué hacemos? Evitemos asemejarnos al rico Epulón, que no daba ni las migajas de su mesa al pobre Lázaro, al que los perros lamían las llagas. Tengamos muy presentes las enseñanzas del Concilio, cuando afirma que “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos y que en consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa” (Gaudium et Spes 69,3). No nos queremos hacer a la triste idea de que África se muere lentamente. El hambre, las guerras, el SIDA están convirtiendo a ese continente en un inmenso cementerio, cuyos habitantes viven y mueren en condiciones vergonzosamente infrahumanas mientras nosotros, con escasas, aunque cada vez más, excepciones, tenemos lo suficiente para vivir. Nos quejamos de vicio si alguna vez sufrimos temporalmente una pequeña incomodidad material, porque cientos de millones de seres humanos, tan hijos de Dios como nosotros, ni tan siquiera disponen de una vivienda digna.
Todos deberíamos preguntarnos, hermanos: ¿qué tesoros me estoy haciendo: en la tierra o en el cielo? Jesús nos ha dicho: atesorad tesoros en el cielo y no en la tierra, donde los roban los ladrones y los corroe la polilla. A veces nos entristecemos porque no podemos comprarnos un capricho. Pero, como dijo ese gran apóstol de la paz que fue el beato Juan Pablo II, “Las necesidades de los pobres son de mayor prioridad que los deseos de los ricos”. Hermanos: S. Juan Crisóstomo nos dice que “donde se da limosna, no se atreve a penetrar el diablo”. A todos os doy las gracias de antemano por vuestra desinteresada colaboración en la colecta, hoy destinada a Manos Unidas.
En la carta pastoral para la campaña contra el hambre de este año, nuestro Cardenal-Arzobispo ha recordado: “La verdadera igualdad que dignifica a las personas no puede alcanzarse, según pretenden algunas ideologías actuales, como la llamada “ideología de género”, ni por medio del igualitarismo… ni por la confrontación. … Si es verdad que, como dice el lema de la campaña, “No hay justicia sin igualdad”, no es menos cierto que los esfuerzos a favor de la justicia estarán abocados al fracaso si no se reconoce dónde está el origen de la auténtica igualdad de hombre y mujer. Y para ello es preciso también caer en la cuenta de que la familia, célula de la sociedad, ha de ser protegida como la primera escuela en que esta verdad se enseña y se aprende”.
La degeneración galopante de nuestra sociedad en todos los sentidos nos demuestra que si prescindimos de Dios, nuestro destino será la perdición; pero si acudimos a Él, nunca nos dejará solos en el combate cristiano contra las fuerzas del mal y podremos construir un mundo mejor, donde reine la justicia, la paz y la verdadera igualdad de los hijos de Dios. Acudamos a la Virgen del Valle para pedir al Señor que así sea.