Queridos hermanos en Xto, Jesús:
Hoy, domingo cuarto de Pascua, domingo del Buen Pastor, la Iglesia celebra, además, la jornada mundial de oración por las vocaciones. Es la jornada mundial de “oración”; no es jornada mundial de información, ni de panfletos o carteles, ni de conferencias o reuniones; simplemente es jornada de oración por las vocaciones. Es decir, parece que la Iglesia da preferencia, a la hora de hacer algo por fomentar las vocaciones, a la oración. Considera la oración como el arma o argumento más eficaz para que Xto llame y para que se le siga; no digo con esto que sólo la oración sea precisa pero sí es lo primero y lo fundamental.
En muchas ocasiones creemos que todo depende de la capacidad que tengamos de movilizarnos ante tal o cual necesidad y olvidamos la eficacia de la oración como lo más fundamental ante Dios. Cuando decimos: ‘como no puedo hacer otra cosa, rezaré’, como queriendo decir que ya que no vamos a ser útiles en algo pues rezaremos a ver si suena la flauta, lo único que demostramos es que nuestra fe está defectuosa y que no entendemos el modo de actuar de Dios. Nuestra hacer es imprescindible pero si nuestro modo de obrar no lo fundamentamos en el mismo Dios entonces todo cuanto nos esforcemos e, incluso, todo cuanto logremos, podría ser inútil o estéril ante Dios.
Si miramos a Xto cuando llamó a sus discípulos, vemos que lo primero que hacía era orar por ellos: Él, antes de llamarlos, pasó la noche a solas en oración con el Padre; no se dedicó a organizar unas jornadas vocacionales ni tampoco fue al escriba más cercano a que le confeccionara algún cartelito para anunciar las vocaciones. A esto hay que añadir que la oración de Xto venía respaldada por una vida coherente que se revelaba en todos los actos cotidianos de cada día.
El Santo Padre Benedicto XVI, en el mensaje que nos dirige a todos los creyentes para esta jornada de oración por las vocaciones, afirma: ‘Las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de un constante contacto con el Dios vivo y de una insistente oración que se eleva al Señor de la mies’.
El término empleado por el Papa es ‘constante’, es decir, continuo, reiterado, perdurable. Este término incluye toda la vida del que ora. La oración, como en el caso de Xto, para que sea agradable a Dios y, por lo mismo, para que sea escuchada por Él, deberá ir acompañada de las obras realizadas en la vida. Por mucho que yo pida vocaciones si no vivo, o intento vivir, de manera coherente mi propia vocación lo único que seré ante Dios es un fariseo. El modo de vivir la propia vocación dependerá de mi situación particular: el contemplativo deberá, básica y fundamentalmente, orar y sacrificarse; el que se dedique a la vida activa, tendrá que predicar a Xto y su mensaje a través de su vocación particular, ya sea la educación, el cuidado de los enfermos o la parroquia; pero, en ambos casos, la única tarea será la extensión del reino de los cielos y la conversión de las gentes.
Xto nos dice en el evangelio que ‘el que entra por la puerta es pastor de las ovejas’, el que entra por otro lugar es ladrón y bandido. El aprisco de las ovejas solamente tiene una puerta y esta puerta es el mismo Xto y es el único lugar de paso que Dios acepta para reconocer a un pastor legítimo a sus ojos. Pasar por la puerta es equivalente a unirse a Xto, a imitar su vida, a hacerse uno con Él, a aceptar el Evangelio sin añadiduras ni recortes; pasar por la puerta es lo mismo que mostrar a Xto, tal como es, al mundo. Estos son los pastores buenos que siguen al Buen Pastor y que guardan eficazmente a las ovejas.
La beatificación del Papa Juan Pablo II es un ejemplo evidente de que el evangelio del Buen Pastor es algo totalmente posible y necesario. Solamente los pastores que se identifican con Xto, los que pasan por la puerta, son los que, de un modo u otro, son seguidos por las ovejas. Pero, no nos engañemos, todos hemos de considerarnos pastores pues todo creyente debe ser pastor de las almas que le han sido encomendadas: los obispos, los sacerdotes, las almas consagradas, los matrimonios, la juventud y la niñez, cada cual según sus posibilidades y situación concreta pero nadie está exento de pasar por la puerta del redil que es el mismo Xto.
Queremos vocaciones pero tenemos que merecerlas. Recordemos que se nos ha dicho que no se salvará el que únicamente diga ‘¡Señor, Señor!’ sino el que cumple la voluntad del Padre. Oración y coherencia de vida es el mejor modo, por no decir el único, de obtener buenas vocaciones. Porque, por otro lado, no consiste todo en obtener vocaciones sino que además éstas deberán ser buenas. Para nada sirve tener un seminario repleto de vocaciones que están siendo formadas de un modo herético; ni tampoco es deseable, en absoluto, noviciados llenos de personas que no se someterán a la regla de su propia orden o instituto. Exclusivamente son deseables las vocaciones que vayan a cumplir la voluntad de Dios y colaborar en la extensión del Evangelio, aceptando el sometimiento a la Jerarquía de la Iglesia y a las leyes de ésta, comenzando principalmente por la ley del amor.
Entonces tendremos vocaciones que realmente habrán pasado por la puerta del redil y las ovejas les seguirán como al mismo Xto.