Queridos hermanos en Xto, Jesús;
Un año más nos encontramos ante el episodio de la transfiguración de Xto en el que podemos contemplar al Señor transfigurado con un cuerpo glorioso con el objeto de robustecer en la fe a sus discípulos ante los hechos que iban a tener lugar en Jerusalén y que, como bien sabemos, terminaron con la Pasión y muerte de Xto, primero, y la Resurrección, después. Pero para llegar a la Resurrección, los Apóstoles tendrían, primero, que superar la dura prueba de ver a su Maestro fracasando ante el pueblo, ante los dirigentes de Israel, ante el mundo y, lo que era incluso peor, ante ellos mismos. Por este motivo Xto quiere darles una prueba, darles algo a lo que agarrarse cuando piensen que todo se ha terminado, quieren que les sostenga una fuerza interior basada en el recuerdo de la contemplación, en el Tabor, de la transfiguración de su cuerpo.
Dios siempre actúa con los hombres del mismo modo, el momento de prueba ha de llegar pero, no es menos cierto, que juntamente con la prueba Dios nos manda las gracias y fuerzas necesarias para hacerla frente y salir triunfantes; siempre que no lo consigamos, siempre que capitulemos ante una determinada prueba la culpa es nuestra, nunca de Dios, porque no hemos sabido o querido emplear las gracias y el auxilio que Dios nos concedió.
La Iglesia ha estado, está y estará sometida a duras pruebas: cismas, persecuciones, escándalos, herejías, división…; los enemigos la asedian desde el mismo momento de su nacimiento hasta el final de los tiempos; el acoso a la Iglesia proviene desde fuera y, lo que es peor, desde dentro; es evidentemente que la Iglesia ha sido probada, muy probada, a lo largo de toda su historia.
Hoy las cosas no han cambiado mucho, tal vez la diferencia con respecto a tiempos pasados reside en que, además de todo lo enumerado, contamos con la posibilidad de ser herejes y poder continuar, al mismo tiempo, en el seno de la Iglesia. Ahora podemos estar o no de acuerdo con la doctrina, podemos obedecer o no a las indicaciones del Papa o de los obispos que estén en comunión con él, podemos cumplir o no con los preceptos de nuestra fe, en resumidas cuentas, podemos hacer lo que nos venga en gana porque no será fácil encontrar a un sacerdote que nos diga que lo estamos haciendo mal. Y es que ahora vivimos en el tiempo del “todo vale”; sin embargo, parece que actuando así, en vista de los resultados que estamos viendo, las cosas no van demasiado bien.
Hoy, la Iglesia nos muestra a Xto transfigurado para robustecer la fe de unos hombres que en breve iban a sucumbir a su propio miedo y también nos muestra, la Iglesia, al Padre diciéndonos a todos que escuchemos a su Hijo. Bien, hoy no tenemos a Xto transfigurándose ante nuestros propios ojos pero, en cambio, tenemos algo de un valor infinitamente superior: tenemos al mismo Xto, al Hijo de Dios, presente en la Eucaristía esperando a todo aquel que quiera adorarle, recibirle, hacerse uno con Él. Tenemos no a Xto transfigurado, tenemos la posibilidad de asimilar al mismo Dios en nuestro ser. Y, además, el Padre sigue diciéndonos lo mismo: “escuchadlo”.
Por otro lado, esta semana pasará a la historia de la Iglesia y a la historia de la humanidad como una semana muy señalada; porque el próximo día 28 su Santidad el Papa Benedicto XVI hará efectiva su renuncia. Este día quedara grabado en nuestras mentes y en nuestros corazones como un día que hubiéramos preferido no vivir. Es evidente que las razones que han llevado al Santo Padre a tomar tal decisión han debido ser lo suficientemente poderosas como para no enjuiciarlas ni criticarlas; sin embargo, los sentimientos de nuestro corazón están al margen de dichas razones y es lógico que nos duela perder a Benedicto XVI como pastor supremo de la Iglesia. Sin embargo, la Iglesia está muy por encima de personas, tiempos y acontecimientos, porque la Iglesia es eterna, tiene a Xto por cabeza y está guiada por el Espíritu Santo y sabemos que suceda lo que suceda, las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. La Iglesia, el Xto total, es el refugio seguro contra los vaivenes de los tiempos y contra las duras pruebas de la vida porque la Iglesia siempre permanece y porque Dios es fiel. El próximo jueves no perderemos un Papa sino que estaremos en la víspera de encontrar otro Papa que, al igual que todos los que han guiado a la Iglesia en el pasado, será el Vicario de Xto.
La vida está llena de pruebas, grandes y pequeñas pero Xto siempre se nos da en la Eucaristía para que nuestra fe no vacile y para que nuestro modo de actuar sea siempre conforme a la voluntad de Dios. Por ello, una vez más, hoy el Padre nos dice: “Este es mi Hijo, el escogido; escuchadle”.