El sábado 19 de marzo, solemnidad de San José, dos formadores y casi veinte chicos del Seminario Menor “La Inmaculada – San Dámaso” de Madrid, así como dos estudiantes del Seminario Mayor, visitaron el Valle de los Caídos. Llegaron para la Santa Misa conventual de 11 h. y a continuación uno de los monjes les acompañó explicándoles la Basílica. El templo suscitó el interés incluso de algunos de los más pequeños. Luego dieron una vuelta por el exterior y, aprovechando el buen día, comieron en los jardines, desde los que subieron a los campos de deportes de la Escolanía para compartir la tarde con los escolanes.
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Hacia las 15 h. tuvieron un encuentro mutuo en el que se dieron algunos testimonios vocacionales. Los escolanes pudieron conocer mejor lo que es el Seminario Menor diocesano de Madrid y los seminaristas, a su vez, escucharon de boca de algunos escolanes cuál es la vida y la finalidad de la Escolanía. Asimismo, uno de los monjes y los dos postulantes (uno de ellos antiguo escolán: Fray Javier) expusieron el recorrido de su vocación y explicaron qué es la vida monástica benedictina. También fue muy notable, como “testimonio-puente”, el de Antonio Miguel, antiguo escolán que ahora se dispone a terminar 2º de Bachillerato en el Seminario Menor de Madrid y que recordó sus felices años en la Escolanía.
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Después de estos bonitos testimonios, se jugó un partido de fútbol amistoso y los escolanes quisieron lucir una de las equitaciones de que disponen. Al término del partido, se dio un paseo para enseñar a los seminaristas la pequeña presa de agua que abastece el Valle de los Caídos y se mostró a algunos qué es el muérdago que el druida Panorámix sube a coger a los árboles. Allí la Escolanía ofreció una pequeña merienda campestre a todos y se comprobó que la generosidad es mejor que la avaricia: los escolanes comprendieron bien lo que les decían sus monjes formadores, es decir, que debían dar primero a los invitados antes que recibir ellos su propia porción; al final llegó para todos y sobró mucho, que se puso el lunes 21 en el desayuno para celebrar la fiesta del Tránsito de San Benito.
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Al regresar monte abajo para que los seminaristas volvieran al autobús, era bonito ver la relación tan amistosa que se había establecido entre los chicos de uno y de otro centro y cómo varios hablaban de música, de deportes o de juegos, o cómo algún grupo conversaba también acerca de la vocación al sacerdocio y a la vida religiosa. Antes de que los seminaristas subieran al autobús, los escolanes les ofrecieron dos canciones de despedida y uno de los seminaristas mayores contó a los escolanes algunos chistes.