Aunque algunos lo sabían ya previamente, bastantes de los monjes benedictinos de Santa Cruz del Valle de los Caídos se llevaron una sorpresa el martes 28 de junio cuando vieron aparecer en la Santa Misa conventual de las 11 h. de la mañana a un grupo de monjes con hábito blanco y largas barbas, más otro con hábito cisterciense. Se trataba, casi al completo, de la comunidad de ermitaños camaldulenses del Yermo de Nuestra Señora de Herrera (Miranda de Ebro, Burgos), encabezados por su prior, el P. Iván. Entre ellos, efectivamente, se encontraban dos hermanos cistercienses de San Isidro de Dueñas (“la Trapa” de Palencia) en tránsito hacia la vida camaldulense, uno de ellos ya con el hábito blanco y el otro aún con el cisterciense. Venían al Valle de los Caídos aprovechando una de las ocasiones en las que pueden realizar un viaje largo de recreo en medio de su intensa vida contemplativa y de su clausura.
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Varios de los monjes benedictinos se acercaron a recibirles y los encargados de la Escolanía quisieron que lo hicieran también tres de los escolanos que se hallaban esos días como monitores de los niños que venían de pruebas para el curso próximo. Después del recibimiento y del agrado de la visita, el P. José Ignacio se encargó de acompañarles para orar y explicarles la Basílica y la Abadía.
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Los camaldulenses son ermitaños pertenecientes a la familia benedictina, pues fueron fundados por un monje benedictino de Ravena, San Romualdo (950-1027), quien se retiró para vivir en soledad y reunió un puñado de discípulos en el Yermo de Camaldoli (Arezzo, Italia), con la finalidad de armonizar la vida monástica cenobítica (en comunidad) con la vida monástica eremítica (en soledad), al estilo de muchos de los antiguos “Padres del Desierto” (los primeros monjes egipcios y sirio-libaneses del siglo IV), de las “lauras” del Oriente cristiano y de lo que no mucho después haría San Bruno de Colonia al fundar la Cartuja. Actualmente existen dos congregaciones camaldulenses: la de Camaldoli, integrada en la Confederación Benedictina, y la reformada de Monte Corona, que fue fundada por el Beato Pablo Giustiniani entre 1520 y 1525 para restaurar la vida camaldulense en su pureza más eremítica y austera. El último Papa monje de la Historia ha sido precisamente un camaldulense del siglo XIX, Gregorio XVI, perteneciente a otra congregación desaparecida en el siglo XX, la de Murano.
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Los camaldulenses de la Congregación de Monte Corona cuentan hoy con tres monasterios o yermos (=desierto, eremitorio) en Italia, dos en Polonia y uno respectivamente en España, Estados Unidos, Colombia y Venezuela. La mayor parte de las vocaciones procede actualmente de Polonia y de Colombia y se plantea una fundación en México. En España están en el Yermo de Nuestra Señora de Herrera desde 1923, una antigua abadía cisterciense situada en el término municipal de Miranda de Ebro (Burgos) y colindante con el de Haro (La Rioja), en un emplazamiento de larga tradición eremítica, pues por aquellos riscos y valles se retiraron en época visigótica San Felices (siglos V-VI) y su discípulo San Millán o San Emiliano (c. 470-574).
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Uno de los benedictinos del Valle de los Caídos entabló estrecha relación con los camaldulenses de Herrera desde hace años, pasó en 2006 unos días de retiro con ellos y en 2010 publicó un pequeño libro y álbum de fotografías sobre dicho Yermo en la editorial “Analecta Cartusiana” de la Universidad de Salzburgo. A su vez, el P. Elías Castillo pasó en 2007 unos días entre los monjes de Santa Cruz al dejar el cargo de prior en Herrera para marchar a ocupar el mismo cargo en la casa generalicia de los camaldulenses de Monte Corona en Frascati (en las proximidades de Roma). Por lo tanto, en los últimos años se ha estrechado la relación de afecto y de hermandad entre ambas comunidades.
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El mismo martes 28 de junio visitaron el Valle de los Caídos algunas Hermanitas de los Ancianos Desamparados, fundadas en el siglo XIX por Santa Teresa de Jornet e Ibars, que asistieron a la Santa Misa conventual de 11 h. Fueron recibidas por el P. Juan Pablo, quien, al igual que el P. Prior Dom Alfredo y el P. José Ignacio, desde hace años han venido impartiéndoles algunas tandas de ejercicios espirituales. Por su parte, las Hermanitas atendieron con gran caridad durante unos días al P. José Luis Ortega en su enfermedad en el año 2008. En varias ocasiones recientes se han acercado hasta el Valle de los Caídos grupos más grandes o más pequeños de estas ejemplares religiosas, dedicadas de lleno al cuidado de enfermos y ancianos.
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