Sabemos que durante muchos siglos este misterio de la Eucaristia y esta fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor han representado.una de las expresiones máximas entre las manifestaciones religiosas del pueblo cristiano Todavia en la memoria de muchos de nosotros está presente el recuerdo de esta devoción, que se manifestaba en el interior de los templos y en el fondo de los corazones, y se extendia tantas veces por calles y plazas para que la bendiciôn de Cristo, llevado en procesiôn, alcanzara a todos los lugares donde desarrollábamos nuestra vida diaria.
Dios era alguien a quien abriamos todas las puertas, su imagen presidia nuestras casas y era colocada sobre nuestros pechos, y se hallaba en los lugares mas emblemáticos de nuestras ciudades y pueblos. El estaba junto a nosotros en los momentos del nacimiento y de la muerte. A El le confiábamos los instantes mas importantes de nuestra existencia, y El nos acompanaba en los dias felices o tristes que jalonaban nuestra vida, como el amigo y companero de nuestro camino.
En las familias y en los individuos existía una comuniôn casi permanente entre El y nosotros, que tantas veces estrechábamos a través del sacramento de la Eucaristia. A lo mas rico de nuestras convicciones personales pertenecia la fe en esta presencia de Jésus en el Pan y en el Vino consagrados, y considerábamos que la participaciôn sacramental en ellos era el don mas precioso hecho por Dios al hombre.
Hoy, como sabemos, las cosas son bastante distintas. Jésus puede llegar a ser un huésped incómodo, e incluso un intruso, tanto en la vida privada como en la pública. La fuente de lo mas gratificante para nosotros ya no es El, sino esos otros frutos del árbol del bien y del mal que El habia indicado que no debian ser probados porque si comíamos de ellos moriríamos. Pero nos creemos saciados, y aspiramos a estarlo todavía mas. Queremos poner a nuestro alcance todo lo sabroso a lo que podemos extender la mano, todo lo que constituye, segûn S. Juan, ‘la concupiscencia de las carne y de los ojos y el orgullo de la vidâ”(Jn 2, 16)
Estámos convencidos de que nos hemos hecho mas lúcidos cuando nos hemos determinado a obrar asi, aunque en realidad nos hemos vuelto bastante mas insensatos. Las cosas por las que hemos cambiado a Dios -esos becerros de oro y esos idolos-, no son mas verdaderas y excelentes que las que poseíamos. Mas bien son nada y vacio al lado de la magnificencia de la mesa de Dios.
Jésus nos ha advertido con palabras que no pasan: “procuraros el alimento que permanece hasta la vida eterna, que el Hijo del Hombre os da » (Jn 6, 27). Porque “el pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo… El que come mi carne y bébé mi sangre tiene la vida eterna… Éste está en Mi y Yo en él » (Jn 6, 51-56). El Pan que Cristo nos ha dado, para las pasadas y las futuras generaciones, es su Cuerpo y su Sangre, y con ellos su Palabra, su Gracia, su Espiritu, entregado al expirar en la Cruz y en el día de Pentecostés, todo lo cual llega a nosotros especialmente a través de la Iglesia y de los Sacramentos, ante todo el de la Eucaristía. Es el alimento que nutre el alma y el espiritu, la esperanza y la fortaleza del hombre que camina hacia una patria nueva, como el que nutrió al pueblo de Dios durante su transito hacia la tierra prometida.
Sin embargo, al hablar de la Eucaristía parece inevitable recordarnos algo que consideramos secundario pero que forma parte de la telogía de la Eucaristía : la doctrina católica ha señalado siempre la necesidad de acercarse a la recepción de la Eucaristía sin pecado grave consciente, lo que supone la necesidad de un examen previo de conciencia y una confesión individual, si hemos advertido la existencia de una falta grave. Esta doctrina de la Iglesia no ha sido modificada en ningún momento.
Y en relación con el modo de la comunión, en la mano o directamente en la boca, no está de más recordar que el Papa tiene una predilección muy especial por esta segunda forma. No sólo se practica así en todas las Misas presididas por él, como tenemos ocasión de comprobar, sino que él mismo sugiere y estimula la idea de que la manera más recomendable es comulgar directamente en la boca. Esta ha sido la manera habitual durante la mayor parte de la historia de la Iglesia.
Hoy dos niños, Lorenzo y Nicolás, se van a acercar por primera vez a la comunión. Jesús se ha acercado a ellos desde hace mucho tiempo : en el Bautismo : la gracia y la vida de Jesús : Antes : cuando Dios pronunció sus nombres, mucho antes que lo hicieran sus padres. Hoy va a ser un encuentro cara a cara, en la intimidad de ellos mismos. Anticipación de muchos otros, en los que Jesús cumple su deseo de ‘estar con los hijos de los hombres’, para los que ha preparado su mesa en la que Él mismo se convierte en su alimento. Tardaréis en comprenderlo del todo, pero tendréis la ayuda de vuestros padres y maestros en la fe.
Estamos en el dia de la caridad fraterna, porque es el día de los hermanos convocados por el mismo Padre para participar en el mismo banquete. Ningún otro vinculo es mas fuerte entre los hombres, ni nos puede hacer mas iguales y fraternos, ni puede hacer mas sólido el mismo pensar, el mismo sentir y el mismo compartir. Quienes recibimos a Dios y a través de El todo lo que somos y tenemos, respondamos hoy a la llamada de Caritas, que es la única puerta abierta para tantos tantos españoles reducidos hoy a una pobreza radical. Hoy la colecta será dedicada íntegramente a ella.