Rvdmo. Sr. Obispillo, Ilmos. Sr. Vicario y Sr. Secretario; queridos P. Abad, Comunidad benedictina y hermanos todos en Cristo Jesús:
Un año más celebramos la Fiesta del Obispillo en nuestra Escolanía, trasladada hace ya muchos años al 1 de mayo, Fiesta de San José Obrero. Ésta fue instituida por el Papa Pío XII para realzar el sentido cristiano del trabajo y proponer al santo Carpintero como modelo para los trabajadores. En realidad, la primera gran fiesta de los trabajadores, obra del cristianismo, fue la institución del domingo y del obligado descanso para todos en ese día, a partir de la cristianización del Imperio Romano. Hoy debemos tener muy presentes también a todos los que sufren el drama del paro o de las dificultades extremas en el ámbito laboral, realidades ambas que algunos de vosotros sufrís en primera persona.
La figura entrañable de San José nos recuerda aspectos fundamentales de la vida humana que hemos de tener en cuenta, como han señalado muchos Papas de los tiempos recientes: entre otros, el recientemente canonizado Juan Pablo II elaboró una preciosa exhortación apostólica dedicada a él, Redemptoris custos, en el año 1989. Junto con Jesús y María, los tres ofrecen en el hogar de Nazaret una gama de enseñanzas muy destacables, como también indicara Pablo VI.
La primera de las realidades que San José nos recuerda para la fiesta de hoy, según hemos apuntado, es la del trabajo. Él es un modelo de laboriosidad, de entrega a la familia así, sin quejarse, comprendiendo el trabajo como una forma de dar gloria a Dios y de contribuir a su obra creadora en el mundo. El trabajo es una realidad que, desde tal perspectiva, ayuda también a configurar la personalidad humana.
Otra gran enseñanza es la de la oración. La vida del monje, tanto del benedictino como del de otras Órdenes monásticas, ha estado marcada siempre por el ritmo del ora et labora, de la oración y el trabajo. Así sucedía también en el hogar de Nazaret. Vuestros hijos, que se forman en una Escolanía benedictina, deben aprender la perfecta compenetración de estas dos realidades, la oración y el trabajo, no sólo aquí, sino también en vuestros hogares. Es fundamental que aquello que aquí se les enseña, lo vean y lo vivan igualmente en vuestras casas. Podemos tener la tentación muchas veces de encontrarnos cansados y olvidar que es un deber de gratitud hacia Dios, de quien lo recibimos todo, rezar e ir a Misa el domingo. Sin embargo, tal vez estemos muy cansados, pero siempre encontramos tiempo para acostarnos tarde viendo cosas absurdas en la tele, saliendo de copas o con otros entretenimientos que, bien llevados, pueden ser sanos y legítimos, pero sin que jamás desbanquen la primacía de Dios. Lamentablemente, a veces tenemos tiempo para todo, menos para Dios. Es esencial que vuestros hijos perciban en vuestros hogares la primacía de Dios y que con ellos recéis a diario, que bendigáis la mesa al comer y que seáis el primer ejemplo para ellos yendo a la Santa Misa, que es el mismo sacrificio de Cristo en la Cruz que se renueva en el Altar. Por eso no existe nada semejante sobre la tierra a la Santa Misa, aun a pesar de que en muchas ocasiones no se celebre habitualmente con la solemnidad y ni siquiera con la dignidad que aquí veis y tantas veces alabáis.
En tercer lugar, San José es un modelo de humildad, de silencio y de discreción. Lo es en consonancia con el ambiente que se vive en el hogar de Nazaret, verdadera escuela de la que esta escuela que es la Escolanía debe beber y aprender. Y vuestros hogares, si se configuran según el modelo del hogar de Nazaret, serán también verdaderas escuelas de vida para vuestros hijos. San José, con esas virtudes del silencio, de la humildad y de la discreción, nos enseña a amarnos los unos a los otros, a respetarnos, a evitar la crítica y la maledicencia (eso que el Papa Francisco ha denominado “la lengua que mata”) y a no considerar que siempre tenemos la razón.
Aunque las enseñanzas de San José y de la escuela de Nazaret son muchísimas, quisiera recalcar una última: la autoridad. El Niño Jesús, como nos dice San Lucas en su Evangelio, vivía bajo la autoridad de José y María (Lc 2,51). Hoy muchas veces existe una repugnancia insensata hacia el sentido de la autoridad. Se piensa que uno es libre y puede hacer lo que le da la gana. Se comprende mal la libertad, pues se confunde con un poder hacer lo que a uno le apetece y se desenfocan las cosas. Consecuencia de ello es una pérdida del valor de la autoridad, que en realidad es la que ayuda a encauzar debidamente el uso adecuado de la libertad, pues la libertad está orientada a la realización del bien, tanto de la persona como de la sociedad. Por eso es fundamental que vosotros, padres, ejerzáis la autoridad que os corresponde con vuestros hijos: con respeto, pero también con firmeza cuando sea necesario. Y es fundamental que reforcéis la autoridad de aquellos que la tienen sobre ellos en la Escolanía o en los centros donde vayan después. Si no aprenden el sentido de la autoridad, el día de mañana no sabrán hacer uso de la libertad, caerán en el libertinaje y no os respetarán a vosotros mismos ni lograréis que os hagan caso en nada.
En fin, mando un saludo a los antiguos escolanos aquí presentes. Sois el mejor testimonio de que la Escolanía es un tesoro que se aprecia más en cuanto se sale de ella. Gracias por venir, por amar este lugar y por ser fieles a la Escolanía y al Valle. Dad buen ejemplo a vuestros compañeros más pequeños.
Que Jesús, tenido por “el Hijo del Carpintero”, os bendiga a todos, padres e hijos, en este día, juntamente con la Virgen María y San José.