Rvdmo. Sr. Obispillo, Ilmos. Sr. Vicario y Sr. Secretario; queridos P. Abad, Comunidad benedictina y hermanos todos en Cristo Jesús:
De nuevo celebramos la Fiesta del Obispillo en nuestra Escolanía, trasladada hace ya muchos años al 1 de mayo, Fiesta de San José Obrero. Ésta fue instituida por el Papa Pío XII con el fin de realzar el sentido cristiano del trabajo y de proponer al santo Carpintero como modelo para los trabajadores del mundo entero. Hoy debemos tener muy presentes a todos los que sufren el drama del paro, que en España supera ya con creces los seis millones de personas y ofrece además el terrible dato de que casi dos millones de familias tienen a todos sus miembros desempleados. Es urgente esforzarse por la justicia social y al mismo tiempo volcarse en obras de caridad, tal como está llevando a cabo la Iglesia Católica a través sobre todo de Caritas.
A esta gigantesca crisis económica que se vive a nivel mundial, pero que se acentúa en Europa y más todavía en países como España, se ha llegado como consecuencia de una crisis moral mucho más profunda. Ya el Papa Pío XI advirtió con relación a la gran crisis de 1929 que la avaricia y la codicia se encontraban en su raíz, como también lo señaló Benedicto XVI para la crisis actual. La especulación financiera de la gran banca, sumada al despilfarro y a la corrupción política, han conducido a lo que hoy sufrimos. Pero también todos nosotros, de un modo o de otro, hemos asumido el materialismo imperante y hemos pretendido durante mucho tiempo vivir por encima de las posibilidades reales, hasta que todo ha reventado, porque estábamos viviendo una fantasía.
Esa crisis moral, manifestada en el terreno económico-laboral en la codicia y el materialismo, afecta a todas las facetas de la vida del Occidente. La destrucción de la familia, el menosprecio de la vida humana llegando hasta la eliminación del no nacido y la manipulación de embriones, y el abandono de la práctica y de la fe religiosa, entre otros elementos, son signos patentes de una profunda crisis de valores. Vosotros mismos, queridos padres, lo comprobáis día a día en vuestros lugares de residencia, al observar cómo cada día se degrada más el ambiente juvenil e incluso desciende progresivamente hasta el infantil. Sois vosotros los que nos comentáis que, cada vez en más poblaciones, niños de 12, de 11 y hasta de 10 años se inician en el tabaco, el alcohol y el botellón e incluso en las drogas. Por eso muchos nos decís que os sentís tranquilos al estar vuestros hijos en la Escolanía.
Y es verdad: la Escolanía tiene que ser una escuela del ser humano que lo preserve de peligros que lo pueden destruir, tanto en su infancia como de cara a toda su vida. Tiene que ser una escuela del ser humano que lo comprenda en su realidad más auténtica e íntima: aquella que lo reconoce como hijo de Dios. Por eso la vida de vuestros hijos aquí discurre bajo la acción de la gracia divina, de la vida de amor de la Santísima Trinidad que se les comunica a través de los Sacramentos. Pocos colegios habrá hoy en España donde los alumnos tengan el privilegio (pues es un verdadero privilegio) de asistir diariamente a la Santa Misa, comulgar en ella y confesarse con la frecuencia con que aquí lo hacen. Y es posible además comprobar en la sonrisa y la expresión de estos niños que son felices y cómo saben jugar, incluso con mayor inocencia y un mayor desarrollo de la imaginación que los niños de fuera. Buena muestra de esa felicidad es observar cómo los escolanos que han terminado siguen viniendo con entusiasmo y cariño casi semana tras semana, algo que he querido facilitar e impulsar desde el año pasado para mantener el vínculo a una edad como la adolescencia, que es clave en el desarrollo de su personalidad, mientras no logremos alcanzar otro proyecto deseable. Personalmente siento la responsabilidad moral de seguir procurando el bien de unos chicos que han estado bajo mi custodia y han permanecido hasta el final completando aquí una parte muy importante de su formación. Por eso, los que acaban este año deben saber también que la Escolanía seguirá siendo siempre su casa y estará abierta a ellos.
Pero es fundamental que los padres os comprometáis a ser los primeros en no romper esta dimensión espiritual tan esencial al ser humano. Es necesario que vosotros mismos vayáis con ellos a Misa los domingos cuando se encuentran en vuestras casas. Es necesario que estéis atentos a conocer las amistades que les rodean en vuestras poblaciones. Y es necesario que tengáis bajo vuestro conocimiento y control el uso que hagan de la televisión, del móvil y del internet. Poco podremos hacer nosotros si fuera de aquí se convierten en consumidores de telebasura y si se les permite un uso abusivo e inadecuado de ciertos medios. Lo malo que aprendan fuera, lo pueden traer aquí.
La Escolanía del Valle de los Caídos es ante todo de Dios y para Dios. Vuestros hijos son fundamentalmente los niños cantores de Dios, cumpliendo una misión de ángeles en la tierra. Son los niños cantores de Cristo y de María, y por eso el acto más importante de este curso ha sido el realizado el pasado 8 de abril en el Cerro de los Ángeles, cuando todos consagramos nuestras personas y la Escolanía como institución a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Ésta es la mayor protección del Cielo que la Escolanía ha podido alcanzar, al quedar inscrita ella y el nombre de cada uno de vuestros hijos en el seno del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María. Fue precioso hacerlo en aquel santuario del Cerro de los Ángeles, donde una Comunidad de Monjas Carmelitas reza y se entrega diariamente por la reparación de las ofensas de los pecadores, por la salvación de España y por el Reinado de Cristo, según la promesa de Nuestro Señor a Santa Maravillas de Jesús.
Queridos niños de la Escolanía: aquello que dijo uno de vosotros en televisión hace unos años sigue siendo cierto: “nosotros cantamos para Dios, no para los hombres”. O en todo caso, cantáis también para elevar los corazones de los hombres hasta Dios. Vuestra labor aquí es importantísima y sabemos de muchas personas que se han convertido al oíros cantar en la Santa Misa. Incluso cuando algunos días estamos en la Basílica sólo los monjes y los escolanos, vuestras voces hacen que desde este lugar metido bajo la tierra en la sierra que cruza el centro de España suba un canto de amor y de alabanza hasta Dios. A Dios le agrada vuestro canto y os bendice por ello. Es más importante eso que aspirar a hacerse rico y famoso el día de mañana. Felicidades a todos vosotros, por tanto, en este día del Obispillo.