Uno de los monjes benedictinos de la Abadía Santa Cruz del Valle de los Caídos ha publicado en fechas recientes un estudio de Teología de la Historia: Una visión cristiana de la Historia. Comentarios sobre “La ciudad de Dios” de San Agustín, en CEU Ediciones (www.ceuediciones.es y ceuediciones@ceu.es). Era una obra que tenía preparada ya desde hacía varios años, pero que ha tardado tiempo en ver la luz definitivamente.
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Con prólogo de D. Luis Suárez Fernández, de la Real Academia de la Historia, la obra se encuentra entre el estudio teológico y el ensayo y cuenta con siete capítulos, además de una presentación y la conclusión final. El capítulo primero es introductorio y fue anteriormente publicado juntamente con Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña como artículo: “El tratado De civitate Dei y la interpretación agustiniana de la Historia”. El capítulo segundo versa sobre la unidad de la especie humana y las dos ciudades: aspectos antropológico-teológicos en De civitate Dei. El tercero se titula “Providencia divina y libre albedrío humano: síntesis sin antítesis”. El cuarto se fija en Jesucristo como centro y eje de la Historia. El quinto atiende a “la construcción de las realidades terrenas: pautas de política agustiniana”. El sexto se ocupa de San Agustín y la degradación moral del mundo tardorromano, con unas enseñanzas para el tiempo presente. Y el séptimo culmina con el fin de la Historia y la vida eterna: escatología agustiniana en De civitate Dei.
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La obra no sólo muestra el entusiasmo por la figura, la obra y el pensamiento del gran obispo de Hipona, sino también de un modo especial por Santo Tomás de Aquino, quien sin duda fue su mejor conocedor, si bien con frecuencia se les ha contrapuesto de forma incorrecta.
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Recogemos el texto de la contraportada: San Agustín es uno de los mayores pensadores del mundo entero. Su interpretación de la Historia ofrece aspectos de validez perenne en sus líneas esenciales: la consideración del valor de la providencia divina y del libre albedrío humano, la existencia de las dos ciudades con dos concepciones de la vida diametralmente opuestas y el valor trascendente de la Historia como camino hacia Dios en razón de su plan salvífico universal. Además, el obispo de Hipona siempre resplandecerá por su búsqueda incansable de la Verdad, por lo cual es un perfecto guía para el hombre de hoy, inmerso en un mundo de escepticismo y de relativismo, cuando no de nihilismo y de desesperación.