Palabras de acogida del P. Prior, P. Santiago Cantera Montenegro, O.S.B.
Queridos peregrinos:
Sentíos acogidos por la Comunidad Benedictina de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Os doy la bienvenida, como su Prior, en nombre del P. Abad y de los monjes. La acogida es precisamente una de las características propias de la espiritualidad benedictina, pues de hecho Nuestro Padre San Benito ordena en su Regla recibir a los huéspedes y a los peregrinos como si al mismo Cristo en persona se hiciera (RB, LIII, 1.7.15). Hoy nos satisface y nos alegra especialmente recibir esta peregrinación de la Pastoral Universitaria de Madrid, cuyos organizadores solicitaron que os dirigiera estas palabras por haber sido anteriormente estudiante y profesor de Universidad.
Habéis realizado hoy una peregrinación al Valle de los Caídos y habéis recorrido el Vía Crucis. Son sin duda dos dimensiones fundamentales del Valle: éste es ciertamente un lugar de peregrinación y en él se lleva a cabo de forma principal el culto a la Santa Cruz, como queda bien patente en la gran cruz monumental que preside este Risco de la Nava y bajo la cual aquí nos encontramos; también en este altar, donde vemos la imagen de un Cristo vivo en la Cruz mirando hacia el Padre en oración y pidiéndole el perdón para todos los hombres; y finalmente y de un modo muy singular en el Lignum Crucis o reliquia de la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo que en estos momentos está sobre dicho altar, que regaló el Papa Beato Juan XXIII con motivo de la consagración de la Basílica en 1960 y con el que después os daré la bendición y podréis acercaros a adorarlo si lo deseáis. Además os acoge maternalmente Nuestra Señora del Valle, cuya imagen está a mis espaldas.
La Santa Cruz es el signo máximo de la Redención obrada por Jesucristo en su obra salvadora y es así el signo más profundo de la reconciliación: de la reconciliación entre el hombre y Dios, porque Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, ha restablecido la relación rota por el pecado; y de la reconciliación entre los hombres, porque sólo en Cristo podemos aprender a perdonarnos y vivir en paz.
El Valle de los Caídos, marcado por la Santa Cruz, se concibió por eso para la reconciliación entre los españoles, no para la ruptura. Y esto en tres dimensiones principales:
a) Una dimensión espiritual, que tenemos a nuestro cargo los monjes benedictinos, orando diariamente por España, por la paz en ella y en el mundo entero y por las almas de los caídos de ambos bandos en la Guerra Española de 1936-1939.
b) Una dimensión de hermanamiento entre los caídos de ambos bandos, ya que aquí se encuentran sepultadas varias decenas de miles de ellos y están entremezclados, detrás de las dos grandes capillas laterales del Santísimo y del Sepulcro y de las seis capillas laterales de la Virgen en la nave de entrada. De este conjunto, quince son beatos mártires y otros tantos se encuentran en proceso de beatificación.
c) Y una dimensión temporal, que estuvo plasmada sobre todo en lo que en su día fue el Centro de Estudios Sociales, orientado a procurar, desde la inspiración de la Doctrina Social de la Iglesia, las medidas oportunas para alcanzar la paz y la justicia social en España y evitar que se volviera a producir una guerra como la del año 36.
El Valle de los Caídos se encuentra bajo la custodia de la Orden Benedictina, la Orden de San Benito, lo cual le hace enlazar con la Tradición cristiana de la cultura europea y occidental. Una Tradición que brota a su vez de la Tradición monástica, siendo la vida monástica esencialmente una búsqueda de Dios a través de la soledad y el silencio, en un ambiente marcado por la oración, el trabajo, la lectura espiritual y el estudio, con un esfuerzo ascético por restaurar la imagen divina en el hombre. Los monjes benedictinos echaron a partir de ahí los fundamentos de la cultura europea, de la civilización occidental. Y vosotros, que sois universitarios, podéis recordar que la Escolástica nació en las escuelas monásticas y fue la que caracterizó a su vez el nacimiento de las Universidades en la Edad Media europea.
El Valle de los Caídos, por la labor de los monjes, se constituye así en un lugar de oración y de estudio, en un lugar de culto y de cultura. Y una buena parte de la dedicación de los monjes aquí consiste en procurar la solemnidad del culto divino. Es algo propio de los monjes y muy especialmente de la Orden Benedictina, que se ha destacado siempre por el cultivo de la Sagrada Liturgia. También lo llevamos a cabo de forma muy importante por medio de nuestra Escolanía, que es el único coro de niños de todo el mundo que canta diariamente Gregoriano, además de Polifonía.
Santa Hildegarda de Bingen, abadesa benedictina alemana del siglo XII recién proclamada Doctora de la Iglesia junto con el español San Juan de Ávila por Benedicto XVI, es un buen botón de muestra de lo que es la vida benedictina: una vida de dedicación a la oración, al trabajo, al estudio y a la cultura, y de manera muy destacada a la música sacra.
Pero el Valle de los Caídos es además un reflejo claro de la Tradición católica de España, del ser de España como pueblo católico en su Historia. La Cruz, por supuesto, nos habla de la fe católica que siempre ha caracterizado a España. Y en esta cúpula que tenéis ante vosotros y por encima de vosotros, el magnífico mosaico de Santiago Padrós ofrece una síntesis de la Historia de España y de su Tradición cristiana, católica. En ella podéis observar los dos grupos de santos y de mártires españoles, presididos por Santiago y San Pablo, los dos Apóstoles que, según la tradición, trajeron el Evangelio a España. Podéis ver todo un conjunto de mártires, desde los hispanorromanos que regaron nuestro suelo con su sangre derramada por amor de Cristo hasta los más recientes. También encontraréis a los grandes santos visigodos, a San Isidoro y San Leandro con su familia, aquellos que vivieron y protagonizaron la época del Concilio III de Toledo (589) en el que se labró la unidad católica de España. Descubriréis a los grandes santos fundadores como Santo Domingo de Guzmán y San Ignacio de Loyola, a los santos misioneros como San Francisco Javier, a los santos místicos como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, a los santos de la caridad como San Juan de Dios…
En el lado de la cúpula más próximo a vosotros podréis ver a los grupos de caídos en la Guerra de 1936-1939, ofreciendo y llevando el sacrificio y la inmolación de sus vidas a Cristo, ascendiendo hacia Él, que los recibe en la representación del Cristo Pantrocrátor, Juez todopoderoso y a la vez misericordioso. Del lado más próximo a vosotros, la imagen de la Santísima Virgen nos recuerda que España, como dijera el Beato Juan Pablo II, es “tierra de María”.
En fin, esperamos que la peregrinación al Valle de los Caídos termine suscitando en vosotros el deseo de volver, de repetir la experiencia, de regresar a este lugar dedicado al culto de la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. El Valle de los Caídos, ciertamente, no tiene sentido sin Cristo, como tampoco el mundo tiene sentido sin Cristo, ni España tiene sentido sin Cristo, ni la Universidad tiene sentido sin Cristo, ni la vida tiene sentido sin Cristo. Sólo Cristo da sentido a todo y sólo en Él podemos encontrar la Salvación.