Queridos hermanos:
Según hemos escuchado en el Evangelio (Lc 1,26-38), el arcángel San Gabriel saludó a María llamándola “llena de gracia”. Este saludo lo pronunciamos cada vez que rezamos el Ave María, las más de las veces quizá sin reparar en la enorme profundidad de estas sencillas palabras, que son la traducción del griego kejaritomene (κεχαριτωμένη). Cuando pronunciamos esta expresión, reconocemos que María ha sido beneficiaria al máximo de la gracia de Dios. Y la gracia, al decir del apóstol San Pedro, es la “participación en la naturaleza divina” (2Pe 1,3-4): participación, por tanto, en la vida íntima de amor existente en el seno de la Santísima Trinidad, pues el Padre y el Hijo se aman en el Espíritu Santo.
María es la “llena de gracia” porque en Ella se fijó la Santísima Trinidad para hacer su morada: el Padre la eligió para que en su seno se hiciera hombre su Hijo Unigénito por obra del Espíritu Santo, tal como anuncia San Gabriel. Por eso María vive en la intimidad del amor de Dios. Y esto, en razón de su Maternidad divina: puesto que María iba a ser la Madre de Dios y la primera Colaborad/ora en la obra de la Redención de Jesucristo, convenía que Ella recibiera en plenitud la gracia divina y fuera exenta de todo pecado, incluso del pecado original desde el mismo momento de su Concepción.
Dios hizo que María fuera preservada de la mancha del pecado original sin por ello dejar de ser redimida: a diferencia de nosotros, Ella fue también redimida, pero previamente, en atención a los méritos de su Hijo Jesucristo, y por eso no se le transmitió el pecado original, que a nosotros se nos debe borrar por medio del sacramento del Bautismo en aplicación de la Redención de Cristo.
Por todo esto, María es además “bendita entre las mujeres”; y la Iglesia, aplicándole las palabras del Cantar de los Cantares (Ct 4,7), la ha exaltado secularmente diciendo: “Toda hermosa eres, María, y no hay mancilla en ti”. También por eso, el salmo de hoy nos anima a cantar al Señor un cántico nuevo (Sal 97), pues ha hecho en María verdaderas maravillas, como Ella misma reconocería en el Magníficat (Lc 1,49). María es así la nueva Eva y la Mujer que, en el Protoevangelio –el texto del Génesis que hemos escuchado en la primera lectura–, aplasta la cabeza de la serpiente, vence al diablo y sus insidias (Gén 3,15).
El dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen fue proclamado por el Beato Pío IX en 1854 y la Virgen Santísima lo confirmaría a Santa Bernardita en Lourdes cuatro años después. Y, como los Papas han reconocido muchas veces, España se distinguió a lo largo de los siglos por defender este privilegio mariano cuando todavía no era dogma. Por eso es la Patrona de España.
Pero quisiera destacar especialmente, pues en 2017 se celebrará el quinto centenario de la muerte de Francisco Jiménez de Cisneros, conocido entonces como “el Cardenal de España”, el papel que él ejerció en la promoción de la devoción a la Inmaculada Concepción en nuestra Patria. Como hijo fiel de la Orden Franciscana, heredó la defensa del privilegio mariano de autores como el Beato Duns Escoto y el mallorquín Ramón Llull (que está representado en nuestra cúpula). Fue persona de confianza de la Reina Isabel la Católica, que es Sierva de Dios y cuya Positio historica del proceso de beatificación consta de 27 gruesos volúmenes preparados por historiadores de prestigio. Isabel, mujer virtuosa, esposa fiel, madre entregada y reina cristiana, lo escogió como confesor, pues buscaba siempre confesores de vida santa y virtuosa, y el Cardenal Cisneros también tiene abierto el proceso de beatificación y está declarado ya Venerable por la Iglesia. Isabel la Católica estaba muy impregnada del espíritu franciscano y junto con Cisneros promovió la devoción a la Inmaculada e hizo posible el nacimiento de una Orden, la de las monjas concepcionistas, ayudando a la fundadora Santa Beatriz de Silva e impulsándola junto con otras mujeres santas del entorno de la Reina, como Beatriz Galindo y Teresa Enríquez, ésta última también en proceso de beatificación.
Así, el Cardenal Cisneros, el mismo que junto con la Reina Isabel completó la Reconquista del suelo español; el mismo que con ella emprendió la reforma de la Iglesia española, anticipándose en medio siglo al Concilio de Trento y evitando que en España se produjera la quiebra de Lutero; el mismo que con ella protegió la dignidad y la libertad de los nativos del Nuevo Mundo y de África; el mismo que impulsó la cultura especialmente con la Universidad de Alcalá de Henares; el mismo que con la Reina Isabel emprendió tantas tareas encomiables y a su muerte fue regente en dos ocasiones, también él mismo con ella promovió la devoción a la Concepción Inmaculada de la Virgen María.
En fin, hoy se acercan por primera vez a la Sagrada Comunión varios niños nuevos de nuestra Escolanía: Alejandro y Eduardo, Leonardo, José Luis, Eduardo, Miguel y Rodrigo. Recibid con el corazón limpio a Jesús. Dadle gracias por haberos traído a esta Escolanía para servirle como si fuerais ángeles en la tierra, alabándole con vuestras voces. Mantened vuestras almas puras como la cogulla blanca que lleváis. Dejad a Jesús que habite dentro de vosotros y recibidle siempre con sencillez y devoción. Imitad a la Virgen Inmaculada y acudid a Ella como vuestra Madre del Cielo en todo lo bueno y lo malo que os pase.