En días próximos se colgará en esta página web la crónica del viaje de la Escolanía a Croacia y Bosnia-Herzegovina. No obstante, adelantamos algunas noticias de interés en cuanto a la parte musical.
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El domingo 19 de junio a las 20 h., la Escolanía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos ofreció un concierto en la catedral barroca de Dubrovnik. Antes del inicio ya estaba llena y muchas personas quedaron de pie. El acto había sido muy anunciado en la ciudad por medio de carteles e incluso por la Radio Nacional de Croacia y la televisión. En la ciudad hay tradición musical, así que la Escolanía habría de esmerarse. Además, se había depositado mucha confianza en ella, ya que se le había encomendado cantar una pieza gregoriana que no se había vuelto a interpretar y que otros coros y solistas habían sido incapaces de realizar: la Angélica, Exultet o pregón pascual del Misal de Dubrovnik del siglo XII, recientemente transcrito por un especialista.
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El concierto constó de dos partes: una de canto gregoriano dirigida por el P. Laurentino Sáenz de Buruaga, O.S.B., y otra de polifonía bajo la dirección de D. Carlos Mª Labarta Tapia. La parte gregoriana constó de siete piezas, entre ellas el estreno del referido Exultet, interpretado por Víctor Díaz Torres como solista único: una pieza larga y muy difícil que este excelente alumno que acaba de terminar 6º curso de Educación Primaria cantó a la perfección y por la que bien mereció después nutridos aplausos.
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La parte polifónica constó de diez piezas: una de Ludovico da Viadana, cinco de Tomás Luis de Victoria, el Berçeuse de J. Brahms y el Wiegenlied de W. A. Mozart; para el Transeamus de J. Schabel, los escolanos nuevos se incorporaron al coro para cantar con los veteranos, algo que también hicieron con el solemne Hac nocte final de G. Cagliero. En esta parte polifónica, como solistas o en cuartetos junto al coro, intervinieron Juan Manuel Díaz, Adrián Álvarez, Anselmo Torres, José Luis Alameda, Rodrigo Esteban, Víctor Díaz y Adrián Cabrero.
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El aplauso final, después de hora y media de concierto, no pudo ser más entusiasta y prolongado; el público se puso de pie inmediatamente (al término de cada pieza, el entusiasmo había ido creciendo) y era obligado ofrecer alguna canción más de regalo: tal se hizo con el O nuit, en el que Alejandro Díaz intervino como solista junto al coro.
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La Escolanía recibió numerosas y acaloradas felicitaciones por parte de los organizadores (responsables de la catedral, nuestro introductor Ljubo y su esposa y presentadora…) y de los asistentes. Algunos de los comentarios que escuchamos decían así: “Aquí han cantado muchos coros de niños, pero éste es el mejor de todos”; “No hemos escuchado a ningún coro de niños cantar con la misma calidad y con la misma unción, ni aquí, ni en otro lugar ni en la Capilla Sextina”; “Su interpretación del canto gregoriano y de Victoria me han elevado hasta el cielo mismo”; “Hacen una interpretación inigualable del canto gregoriano”; “Se observa que viven lo que cantan”; etc.
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Después de salir del concierto y con tan buen estado de ánimo, los chavales aún cantaron dos piezas de carácter más folclórico (aunque no sin calidad artística) en la preciosa plaza principal de la ciudad: el esloveno Ranarum nocturnus y el mexicano Jarabe tapatío, reuniendo alrededor una multitud que aplaudió muy animada. De allí marcharon a cenar invitados al convento de los dominicos y luego marcharon a la residencia de las Siervas de la Caridad donde se hospedarían esa noche.