Como se informó con la esquela correspondiente en esta misma página web, el P. Juan Antonio Pascual de Aguilar, monje benedictino de Santa Cruz del Valle de los Caídos, falleció en la madrugada del pasado miércoles 18 de mayo en Madrid, donde llevaba una semana hospitalizado a consecuencia de una infección pulmonar. Sus restos fueron trasladados a media mañana a la Capilla de la Abadía y fueron velados allí por los monjes y por muchas otras personas que se acercaron, tanto familiares como amigos.
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El jueves 19 se celebró la Misa funeral en la Basílica de Santa Cruz a las 11 h. y a continuación se procedió al entierro en el cementerio de los monjes. El celebrante principal del funeral fue el P. Abad Dom Anselmo, quien dentro de su homilía trazó una breve semblanza del P. Juan Antonio.
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Después del funeral, el féretro fue conducido al cementerio de los monjes para el sepelio. La comitiva iba encabezada por la Escolanía con sus cantos, seguida de la Comunidad benedictina, los familiares y amigos y algunas religiosas que le habían conocido desde hacía muchos años. A pesar de que toda la noche y la primera parte de la mañana había estado lloviendo con gran intensidad, el tiempo respetó perfectamente este momento. El cuerpo del P. Juan Antonio ha sido sepultado junto al último monje fallecido en 2008, el P. José Luis Ortega. Toda la ceremonia estuvo llena a un mismo tiempo de emoción y de esperanza cristiana en la vida eterna.
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El P. Juan Antonio nació en Pedro Bernardo (Ávila, en la falda sur de la Sierra de Gredos) el 9 de agosto de 1930. Recibió su formación inicial en el Seminario de Ávila y desde allí ingresó en la Abadía de Santo Domingo de Silos, donde profesó sus votos monásticos el 12 de marzo de 1951 y fue ordenado sacerdote el 3 de octubre de 1954. A lo largo de los años mantuvo el afecto y el recuerdo hacia dos de sus grandes guías espirituales, D. Alfonso Querejazu y D. Baldomero Jiménez Duque. Uno de los aspectos que más resaltó en él fue su faceta intelectual, con varios libros sobre todo de tema filosófico, teológico y litúrgico, como Misterio pascual y existencia humana (1973), El ateísmo, ¿experiencia de Dios? (1973), Comunidad y liturgia (con dos ediciones, la segunda en 2001) y Manifestación de María a través de la liturgia (2004). Siempre sobresalió por su interés acerca de los filósofos españoles contemporáneos y muy especialmente por la gran devoción hacia sus paisanos San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Por otra parte y como lo recordó el P. Abad en la homilía del funeral, realizó labores de asesoramiento entre varias comunidades de monjas de varias Órdenes religiosas, alguna de las cuales pudo mantener su existencia en los lugares donde se encontraban y donde siguen gracias a su intervención y a la del P. José Luis Ortega. En los últimos años, la enfermedad fue remarcando en él un carácter bondadoso y sencillo. Acababa de renovar unas semanas antes de fallecer sus votos monásticos.