El lunes 2 de enero falleció en el Hospital Puerta de Hierro – Majadahonda (Madrid) D. José María Lucini, después de algo más de dos meses de dura hospitalización a raíz de una difícil operación quirúrgica que conllevó una serie de complicaciones. Había nacido en León el 30 de abril de 1938 y era licenciado en Derecho por la Universidad Central (Complutense) de Madrid y en Teología por la Universidad Pontificia Comillas. Era una persona muy entrañable para la Comunidad benedictina de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, ya que llevaba viviendo en ella varios años como huésped fijo después de haber enviudado. Aunque no abrazó el estado monacal ni la condición de oblato regular para poder permanecer más cerca de sus hijos, vivió como un monje más de la Comunidad y lo hizo de forma ejemplar, sobresaliendo de manera especial por su regularidad y puntualidad en el Oficio Divino y en la asistencia al refectorio y actos de Comunidad, su plena disponibilidad para cualquier servicio que se le solicitara y su profunda vida espiritual. Le agradaba el debate teológico y profundizar en cuestiones espirituales y doctrinales. Su labor en la biblioteca del monasterio ha sido de un enorme valor y ha dejado también aquí un vacío difícil de llenar. Sus tres hijos (Jaime, Ana y José María) constatan cómo siempre fue una persona muy inclinada a la vida monástica y hacía frecuentes retiros a monasterios, especialmente benedictinos y cistercienses; estando ya como huésped fijo en el Valle de los Caídos, conoció más de cerca y apreció mucho también el monacato cartujano y camaldulense. Tenía un sobrino benedictino en la Abadía de Santo Domingo de Silos, donde en su etapa final también colaboró en varias ocasiones en trabajos de biblioteca. Ha recibido sepultura en el cementerio de Sigüenza, donde reposan los restos de su esposa, y el sábado 14 de enero la Comunidad benedictina celebró en la Basílica un funeral por su eterno descanso, presidido por el P. Prior Administrador, con el canto de la Escolanía y de un íntimo amigo suyo de infancia, y con la asistencia de los familiares. Deja un recuerdo imborrable en la Abadía, cuyos monjes ponen su alma en las manos de la infinita Misericordia divina y de la Santísima Virgen María, de la que fue siempre muy devoto.
Acerca de P. Santiago Cantera Montenegro
Abad del Valle de los Caídos