El lunes 2 de mayo por la tarde, como era día no lectivo, los escolanes del Valle de los Caídos fuimos en excursión a Segovia, gracias a la generosidad de nuestro médico voluntario, Enrique, que nos facilitó poder ir en autobús. Salimos hacia las 15 h., después de comer, y desembarcamos en el Acueducto romano, del que el P. Santiago nos dio algunos pequeños detalles, lo mismo que nos contó algunas cosas más de la ciudad al recorrer ésta.
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Desde el Acueducto nos fuimos dirigiendo hacia el Alcázar, haciendo una parada en el convento del Corpus Christi, la antigua sinagoga principal y donde se honra un milagro eucarístico. Las clarisas que lo habitan conocen a Samuel González y nos acogieron muy bien; Sor Rocío nos explicó todo y luego entonamos un canto a la Virgen.
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Paramos después en la puerta de la Catedral, pero no entramos porque íbamos con el tiempo señalado para visitar el Alcázar. Y fue un acierto: durante la visita cayó una buena tromba de agua, que comenzó cuando entramos y cesó cuando salimos. ¡Cómo nos protege Dios hasta en esto!, decían varios de los escolanes. Este monumento nos gustó mucho, la chica que nos guió lo explicó fenomenal y disfrutamos de verdad viendo las salas que se visitan, los artesonados, las armaduras, el museo de lo que fue el Colegio de Artillería (origen de la actual Academia de Artillería)… ¡Qué emocionante es la sala del trono de los Reyes Católicos y todo un monumento que habla de la Historia tan maravillosa de España!
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A la salida del Alcázar, los padres de Samuel nos habían traído unas chuches y nos acompañaron después a la zona de La Fuencisla. Habíamos pensado visitar el monasterio de El Parral, cuyos monjes jerónimos son muy amigos de nuestros benedictinos del Valle de los Caídos, pero la hora se hacía tarde ya para ellos y lo dejamos para otra ocasión. Vimos la iglesia de San Juan de la Cruz, donde está sepultado el gran santo místico, del que el P. Santiago nos contó algunas cosas de su vida y de su obra como reformador carmelita y como autor de literatura mística, y también de la devoción del Beato Juan Pablo II hacia él. De allí pasamos al Santuario de Nuestra Señora de la Fuencisla, Patrona de Segovia. Uno de los encargados del templo y el rector nos atendieron estupendamente y nos enseñaron todo, e incluso nos abrieron el camarín de la Virgen: ¡un verdadero privilegio, porque sólo se hace tres veces al año! Tuvieron este detalle en recompensa por los cantos que dedicamos a nuestra Madre del Cielo. También cantamos desde el coro alto.
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Luego estuvimos cenando en los bonitos jardines de La Fuencisla y jugamos mucho allí mismo, antes de tomar de nuevo el autobús en el aparcamiento de este sitio para volver al Valle. Un gato de pocos meses se hizo amigo nuestro. ¡Por cierto: los que llevaron a Rubén en la silla de ruedas por todo el recorrido, porque está escayolado, se portaron de forma ejemplar! Y Rubén se lo agradeció mucho, les regaló un rosario a cada uno y les recordó el agradecimiento que Juan Pablo II tenía a los médicos y a las enfermeras que le cuidaron en algunas de sus enfermedades y operaciones.
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Lo mismo que los escolanes nos lo pasamos muy bien jugando, viajando, cantando, aprendiendo… tenemos ganas de que la gente nos oiga cantar en la Basílica, que es el lugar donde lo hacemos en honor de Dios todos los días menos los lunes. Somos el único coro de niños del mundo entero que canta todos los días Gregoriano.