Queridos hermanos concelebrantes y monjes de las comunidades de Santa María de El Parral, Santa María de El Paular y Santa Cruz del Valle de los Caídos; hermanos todos en el Señor:
Celebramos hoy los LIX años de la Dedicación y Consagración de esta Basílica por el Cardenal Gaetano Cicognani como representante del papa San Juan XXIII, después de haber conmemorado los LX años de la fundación de nuestra Abadía en julio de 2018 y de la inauguración oficial del Valle de los Caídos el pasado mes de abril.
Los nombres del Venerable Pío XII y de San Juan XXIII han quedado permanentemente vinculados a este santo lugar del Valle de los Caídos, en virtud de los documentos con los que el primero erigió de inmediato este monasterio de la Santa Cruz en Abadía –caso único en el siglo XX– y el segundo concedió el rango de Basílica menor a esta iglesia abacial. Desde ese punto de partida, la Basílica, la Abadía y todo el conjunto del Valle de los Caídos quedan amparados por el Derecho Pontificio.
Cabría recordar incluso, como dato anecdótico y curioso, pero a la par como un dato histórico y de un valor canónico singular, que el Cardenal Cicognani realizó la aspersión ritual de la Basílica rodeando todo el Risco de la Nava en coche y haciéndola desde él, de tal modo que todo el conjunto comprendido en la montaña realza su carácter sacro y el conjunto basilical engloba las sepulturas de los caídos de uno y de otro bando que hoy reposan juntos bajo los brazos de la Cruz, que son los brazos del perdón y del amor, los brazos en los que Cristo nos alcanzó la reconciliación con el Padre celestial y desde los cuales nos invitó a la reconciliación entre los hombres, tal como hizo cuando pidió a su Padre que perdonase a sus verdugos, pues no sabían lo que hacían (Lc 23,34).
Ésa es una de las misiones fundamentales de la presencia benedictina en este sagrado lugar: orar por la paz en España y por las almas de todos los caídos sepultados en el Valle de los Caídos y en otros lugares de España, tanto del bando nacional como del bando republicano, sin distinción. Que los muertos descansen en paz y quiera Dios que los vivos podamos también vivir en paz.
Entre ellos, esta Basílica se enriquece espiritualmente de un modo especial porque alberga los restos de numerosos mártires por la fe, que murieron por amor a Cristo y perdonando a sus verdugos, y de los cuales son ya 55 los que han alcanzado el honor de los altares en sucesivas beatificaciones bajo los pontificados de San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, además de 6 Siervos de Dios actualmente en proceso de beatificación y de otros cuyos procesos se abrirán. Entre ellos hay hombres y mujeres y pertenecen a todos los estados de la vida cristiana: seglares, sacerdotes, religiosos y religiosas, siendo el más joven un laico valenciano de 19 años, Rafael Lluch, detenido tan sólo por ser miembro de la Asociación de la Medalla Milagrosa y porque portaba una estampa de la Virgen de los Desamparados en el bolsillo, y que se despidió de su madre diciéndole: “No llores, Mamá; quiero que estés contenta, porque tu hijo es muy feliz. Voy a dar la vida por nuestro Dios. En el Cielo te espero”.
Junto a todas sus reliquias y a las de otros santos que se pueden venerar en este sagrado lugar y las que encuentran en los diversos altares, ¿cómo no recordar el Lignum Crucis, la reliquia de la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, que San Juan XXIII regaló a nuestra Basílica justamente con motivo de la Consagración y Dedicación de la misma?
Quisiera tener también un recuerdo muy especial a quien hoy habría cumplido 88 años y el Señor quiso llevarse el día de Navidad del pasado año: nuestro P. Laurentino, cuyo nombre quedará siempre unido a nuestra Abadía, a nuestra Escolanía y a la promoción del canto gregoriano desde el Valle de los Caídos en toda España. Que Santa María, Virgen y Madre, de la que siempre fue devoto rezador del Rosario, le haya alcanzado de Dios la gloria eterna.
Y al mencionar a María, terminaré recogiendo las palabras que a Ella dedicó San Juan XXIII en su mensaje con motivo de la Consagración y Dedicación de esta Basílica: “Nuestra súplica confiada va en estos momentos a la Virgen Santísima, venerada con tanta devoción en España, la que en sus más significativas advocaciones tiene puesto de honor en ese Santuario y a la que pedimos cobije bajo su manto las almas de cuantos en él duermen fraternamente unidos su último sueño”.
Que así sea y Ella nos bendiga a los monjes de El Parral, de El Paular y del Valle, hermanados en los Nombres de Jesús y de María y en el seguimiento de San Jerónimo y de San Benito.