Antes de recibir la bendición episcopal final de esta solemne Eucaristía, en la que hemos tenido la inmensa alegría de participar en la ordenación sacerdotal de nuestro querido hermano fr. Miguel, quiero, en nombre de toda la Comunidad Benedictina de la Santa Cruz, agradecer ante todo la presencia de nuestro Sr. Arzobispo, el Cardenal D. José Cobo Cano, que ha tenido especial interés en presidir personalmente esta celebración, a pesar de tener esta misma tarde la ordenación de varios diáconos en la catedral. Es un gesto que nos honra no solamente a los monjes, sino a esta Basílica Pontificia y a este lugar de paz y de reconciliación, haciéndose así visible el misterio de comunión que es la Iglesia.
Quiero también felicitar a los padres y hermanos de fr. Miguel por el don que hoy les hace el Señor de ver a su hijo y hermano convertido en sacerdote de Jesucristo. Felicito también a todos sus familiares y amigos que están aquí presentes, y a los que no han podido venir. Gracias asimismo a todos los amigos de nuestra Comunidad aquí congregados. Vuestra oración, apoyo y cercanía, la de todos, nos anima y sostiene.
Que la gracia de Dios, que hoy se ha derramado especialmente en fr. Miguel a través de la oración consecratoria e imposición de manos de nuestro Arzobispo, le sostenga siempre en el ministerio recibido para gloria de Dios y salvación de las almas, y sea también para todos estímulo de fidelidad en nuestro compromiso cristiano en medio del mundo.
Por último, Sr. Cardenal, nuestra Comunidad quiere entregarle como presente, en recuerdo de este día, la medalla de la Cruz de nuestro santo padre Benito, en agradecimiento y reconocimiento por el afecto y apoyo que nos está brindando, y que quiero expresar públicamente. Es un regalo humilde y sencillo en su apariencia, de poco valor material, pero de hondo significado y poderoso en gracias. Que San Benito, padre y patrón de Europa, le proteja en su importante ministerio episcopal. Muchas gracias.